¡¡1.636 millones de pesetas!!
Cuando salió levitando de la cálida trastienda, una sonrisa indescriptible marcaba su rostro mientras pasaba al lado de los clientes del estanco, desconocedores del motivo de su sonrisa y la ausencia de la dependienta.
En aquella mañana invernal hacía un frío poco común en zona costera y, delante del estanco, había salido del coche en mangas de camisa, total, pensaba que sería un momento. Reparó en ello mientras caminaba hacia una cercana sucursal bancaria, para depositar en lugar seguro el boleto premiado. Tampoco le molestaba el relente, más bien le ayudaba a mantener la mente despejada mientras hacía la primera evaluación matemática.
Acostumbrado desde la implantación del euro a convertir cualquier cantidad a su equivalente en pesetas, realizó el cálculo mental como lo hacía siempre, ya fuera el valor de un piso o la compra del supermercado: 9 millones de euros = 1.500 millones de las antiguas pesetas; 600 mil euros = 100 millones de pesetas; 217 mil euros = 36 millones de pesetas, más o menos. Total, ¡¡1.636 millones de pesetas!!
En pleno shock de incrédula felicidad, por primera vez desde el suceso, se acordó de ella. Desde su jubilación de una importante compañía, con la vida aparentemente resuelta, las circunstancias les habían propinado varios golpes de mala suerte y el valor de su patrimonio se había reducido hasta niveles de relativa preocupación. Él lo sentía por ella, en su larga vida juntos habían superado momentos difíciles y ella había estado siempre a la altura de las circunstancias.
Afortunadamente, aquellos 1.600 millones de pesetas volvían a despejar su horizonte, por muchos años más que vivieran.