A por el récord de velocidad sostenida
En los coches no llevábamos elementos de medición, así que el velocímetro era el único instrumento que nos marcaba una referencia para saber cuándo lo estabas haciendo mejor o peor. La velocidad se mantenía siempre claramente por encima de los 210/215 km/h y, en el punto más rápido, la aguja del velocímetro superaba los 250 km/h marcados como tope en el Saab 900 2.0 Turbo (se acercaba a los 255 km/h), aprovechando la leve inclinación que tiene la recta más larga del trazado.
En el Saab 900 2.5 V6 (170 CV) las velocidades máximas alcanzadas no eran mucho más bajas, auque su menor potencia no le dejaba rodar tan rápido como las versiones con el motor sobrealimentado (185 CV).
Si bien la pista de Talladega permitía que cualquiera de estos coches pudiera rodar con el acelerador permanentemente a fondo sin inmutarse, también es cierto que para obtener los mejores registros es imprescindible afinar mucho y mantener una concentración plena en cada instante. El menor error, la menor desviación de la trazada idónea te hace perder unos cuantos kilómetros por hora que se traducen en muchos segundos de tiempo a lo largo de la vuelta.
Nuestra jornada llegó a su fin y, el resultado, no pudo ser más satisfactorio en todos los aspectos. Había tenido ocasión de conducir cerca de tres horas a velocidad máxima, completar en torno a 150 vueltas al circuito oval de Talladega y recorrer algo más de 600 kilómetros a una velocidad media que superaba los 225 km/h. Además, como remate y satisfacción personal adicional, con el Saab 900 2.5 V6 marqué el récord de velocidad por vuelta de la jornada, a una media de 232 km/h.