Al volante del Alpine A110 sentimos su ligereza y mucha diversión
Tenía ganas de ponerme al volante del nuevo Alpine A110, versión moderna de un coche con el que tuve sueños inconfesables de jovenzuelo y que, ahora, en su versión moderna, inspira completamente la misma filosofía deportiva de antaño.
Nuestra unidad de pruebas era una versión Pure, con las opciones del escape deportivo activo, los discos de freno de alto rendimiento (320 mm) y las llantas de aleación “Sérac” de 18 pulgadas.
En el volante encontramos un llamativo botón rojo con el que seleccionamos entre los tres modos de conducción disponibles (Normal, Sport y Track), que modifican también la configuración de la instrumentación y afectan a la respuesta del acelerador, el grado de asistencia de la dirección, el funcionamiento del cambio en modo automático, la sonoridad del escape (con el escape deportivo “Sport Activo” opcional) y el umbral de intervención de las ayudas electrónicas (control de tracción y control de estabilidad).
Como había ganas de probar, poco tiempo para hacerlo y estaba en un pequeño circuito (parecido a una revirada carretera de montaña), seleccioné directamente el modo “Track” (“Circuito”) para explorar hasta dónde es capaz de llevarnos el nuevo Alpine A110.
Desde el primer instante, el sonido del escape “Sport Activo” resulta inspirador, sin excesiva estridencia pero con una resonancia contundente, siempre pidiendo guerra, así que ponemos el pie en la tabla y disfrutamos también de sus marcados petardeos en las fases de retención.
Las reservas que tenía sobre la “discreta” potencia del motor (252 CV) quedaron rebatidas desde el primer acelerón, sintiendo un enérgico empuje que me dibujaba una sonrisa. El poderoso par motor (320 Nm) que aporta la sobrealimentación del compacto motor 1.8 Turbo y el contenido peso del Alpine A110 Pure (1.098 kg) se traducen en una respuesta enérgica desde bajo régimen, estirando con fuerza hasta que nos pide subir de marcha al llegar a la zona roja del cuentavueltas (6.500 revoluciones por minuto).
El cambio secuencial de doble embrague robotizado trabaja con rapidez y las levas situadas fijas en la columna de dirección permiten engranar las marchas con facilidad, aunque tengamos el volante girado. En absoluto echaremos en falta un cambio manual.
Tras su enérgica respuesta del motor, me vuelven a sorprender otros dos detalles de su puesta a punto. Por un lado, el apreciable balanceo de la carrocería y, por otro lado, lo permisivas que resultan las ayudas electrónicas con el deslizamiento de las ruedas.
El reglaje de la suspensión no es excesivamente duro y se aprecia claramente el balanceo de la carrocería en los apoyos más exigentes. No obstante, gracias a la ligereza del conjunto, la suspensión sigue conteniendo con apreciable eficacia las transferencias de peso acusadas y todas las reacciones del Alpine A110 resultan muy ágiles y también progresivas, mostrándose eficaz y también “adictivo” en su conducción cuando nos ponemos al volante.
El tacto de la dirección con asistencia eléctrica también es agradable, muy rápida y reactiva, guiando el coche con precisión por donde apuntamos con el volante, mientras que el equipo de frenos trabaja con enorme eficacia con los discos “grandes” opcionales que llevaba montados nuestra unidad de pruebas (320 mm de diámetro), además de mostrar un tacto de pedal durito y constante a lo largo de todas las vueltas a fondo.
El control de tracción y estabilidad apenas intervienen en el deslizamiento de las ruedas en el modo “Track”, permitiendo que el eje trasero deslice cuando atacamos con decisión el vértice de las curvas y continúe sobrevirando si aceleramos con osadía a la salida del giro.
Dichos controles electrónicos nos dejan así derrapar sin grandes restricciones y exigen que el conductor esté atento a las reacciones del vehículo, casi como si los lleváramos desconectados, aunque nos acaban echando una mano cuando el ángulo de deslizamiento que toma el coche es ya muy acusado.
Aquellos que lo tengan ya muy claro también pueden desconectar totalmente dichos controles, pasando a ser de su completa responsabilidad el control del coche, aunque con lo permisivos que resultan en el modo “Track” no parece necesario.
Todo esto queda rematado con el buen funcionamiento del control de frenado vectorial “BVC”, que trabaja con eficacia a modo de autoblocante, sustituyendo así el diferencial autoblocante mecánico por un económico sistema de frenado electrónico de diferencial que actúa sobre las ruedas traseras, frenando selectivamente la rueda interior en las curvas y aportando una buena motricidad en todo momento (parece ser que la caja automática “DCT” no es compatible con un autoblocante mecánico).
A pesar de quedar sorprendido por la aparente “suavidad” de la suspensión, el comportamiento general del nuevo Alpine A110 me ha gustado mucho y permite disfrutar a fondo de la conducción, transmitiendo un comportamiento progresivo, un tacto deportivo, una extraordinaria sensación de ligereza en sus reacciones y pura diversión al volante.
Ahora, lo que espero con emoción es ponerme al volante del próximo Alpine A110 S más potente (292 CV), que ha sido presentado en junio de 2019 y promete sensaciones aún más poderosas.