Al volante del Audi RS2 Avant
Cuando el Audi RS2 Avant se puso a la venta no puedo negar que a muchos no nos convencía que Audi hubiera optado por fabricar una versión tan potente y deportiva de este coche exclusivamente con la carrocería familiar.
Aunque aparentemente no parecía tener sentido, lo cierto es que el tipo de carrocería se le olvidaba a uno en cuanto pisabas el acelerador sin contemplaciones y te metías en una carretera revirada.
Había que estar atento para que las curvas no se le amontonaran a uno, mientras que sus frenos “Porsche” permitían apurar al máximo cada instante para rodar a un ritmo vertiginoso. Cada vez que el Audi RS2 te pegaba la “patada” aquello se convertía en una pura explosión de sensaciones, sin matices, sin filtros, sin contemplaciones… sin más control que el del conductor, su sentido común y su experiencia, aunque noble de reacciones y predecible en todo momento.
No obstante, recuerdo el sarcástico comentario de un compañero de faena diciendo que no imaginaba a nadie paseando a su tierna abuelita con un coche tan duro de suspensiones y tan brutal en la forma de entregar la potencia como el Audi RS2 Avant. Y creo que tenía toda la razón.
Audi anunciaba una aceleración de 0 a 100 km/h en 5,4 segundos pero, en la práctica, era todavía más rápido. Y puedo dar fe, porque en las mediciones de prestaciones que tuve ocasión de realizar yo mismo a este coche con un preciso “Correvit”, el Audi RS2 Avant paró el crono en tan solo 5,0 segundos, demostrando que su tracción “quattro” conseguía arañar el asfalto para transmitir toda la potencia al suelo con la máxima eficacia. Dicha transmisión tenía un diferencial central “Torsen” y un diferencial trasero autoblocante, con posibilidad de bloqueo manual al 100% mediante un botón situado en la consola central.
La entrega de potencia de su temperamental propulsor era realmente característica pues, por debajo de unas 3.000 rpm aproximadamente, aquel motor parecía no tener “nada”, pero cuando la sobrealimentación entraba en plena fase de eficacia, los caballos se amontonaban con tal violencia que su “patada” te catapultaba literalmente hacia el orgasmo.
Otro de mis recuerdos acerca del Audi RS2 Avant era el preciosos sonido que emanaba de sus cinco cilindros en línea, cómo se escuchaba “soplar” al turbocompresor y la cantidad de gasolina que gastaba, con un consumo capaz de arruinar a tres generaciones de una familia acomodada (superaba con holgura los 30 l/100 km en conducción deportiva).
Sentados en el puesto de conducción, nada te hacía sentir que estabas al volante de un coche “familiar” pues su tacto y reacciones eran las de un verdadero deportivo y tan solo una mirada a través del retrovisor te revelaba que estabas montado en una versión “Avant”.