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Fangio conquista su tercer título

Un relato de El Abuelete del M3 - 10 abril 2012

Compañero de equipo, rival y amigo

Stirling Moss fichó por el equipo Mercedes-Benz para la temporada 1955. El piloto británico pasó a ser compañero de Juan Manuel Fangio en la escudería alemana y luchó de tú a tú frente a la genialidad del “Chueco”.

La tensión de la competición no impidió a Fangio encontrar en Moss un compañero leal, un escudero combativo, que no regalaba la victoria, capaz de rodar muy rápido, toda una referencia perfecta con quien medir fuerzas dentro del equipo. Cada uno trabajó a fondo por dar lo mejor de lo que eran capaces y subirse a lo más alto del podio. Su respeto mutuo y admiración les llevó también a convertirse en grandes amigos.

El Gran Premio de Argentina marcó el inicio de la temporada y los pilotos del equipo Mercedes obtuvieron un incontestable éxito. Entre los recuerdos de aquella primera carrera como compañeros, Moss relata que “mi primera experiencia conduciendo para Mercedes, fue realmente curiosa. Fangio y yo habíamos quedado 1º y 3º y la gente se había vuelto loca con la victoria de Fangio. ¡Menos mal que eran seguidores nuestros!… miles de personas nos taponaban el camino y fue muy difícil llegar hasta los boxes, nos estrujaban en muestra de su cariño y a Fangio le palmeaban el rostro sin compasión. Ver aquella cantidad de enloquecidos seguidores empujándose unos a otros para intentar tocar a su héroe fue impresionante”.

El piloto argentino había ganado en el Gran Premio de Argentina y, poco después, el piloto británico hizo lo propio en el Gran Premio de Inglaterra, disputado en el circuito de Aintree. Según comentaba Moss, ”el G.P. de Inglaterra era el G.P. de Inglaterra, se corría en mi casa, allí estaba todo el equipo y yo iba por delante de Fangio cuando terminamos. La verdad es que, en aquel momento, casi no me daba cuenta de que había ganado, pero desde luego ésta era la gran ocasión para ganar. Nunca olvidaré el gran equipo que tuve allí, parecía una masa de gente, pero estaban perfectamente organizados. Estábamos en mitad de la nada, que es donde estaba el circuito y, cuando llegué al box, con la cara completamente negra, vino un mecánico con una palangana llena de agua caliente, una pastilla de jabón en la mano y una toalla en el brazo. Estábamos en medio de ninguna parte y yo tenía agua caliente para lavarme y secarme con una toalla limpísima. Es algo que aún hoy me sorprende, una muestra de la grandeza de aquel equipo Mercedes de 1955”.


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