Comportamiento óptimo
Motor turbo del GTI, ancho y más bajo, neumáticos generosos… todo nos lleva a pensar en la reencarnación de un GTI disfrazado de Beetle. Sin embargo no llega a tanto. Ciertamente tiene una magnífica estabilidad que le permite pasar por las curvas a notable velocidad y con un gran aplomo y seguridad, pero no resulta tan directo e instantáneo como el Golf GTI. La mejor representación de lo que decimos es la mayor inclinación que adopta en los apoyos y que tiene su consecuencia en las zonas de curvas. Ahí, sobre todo si son curvas enlazadas, le cuesta más recuperarse al cambiar de apoyo y eso le impide ser tan inmediato, preciso y divertido como su reputado hermano de marca.
No es un demérito, es simplemente una elección de la marca, que busca en este modelo un poco menos de deportividad. Y quizás ese sea el motivo por el cual los controles electrónicos de tracción y de estabilidad no se puedan desconectar. En cualquier caso estamos ante un coche extremadamente eficaz y seguro en cualquier tipo de carretera. Y con la facilidad de conducción que suele distinguir a todos los Volkswagen. Una dirección exquisita de tacto, precisión y rapidez y un diferencial pseudo-autoblocante “XDS” con control electrónico de la tracción, que evita pérdidas de motricidad de la rueda interior a la curva cuando aceleramos en exceso, son también factores a tener en cuenta. El diferencial electrónico “XDS” no resulta tan eficaz como las soluciones mecánicas pero es mejor que nada.
Por su parte los frenos destacan más por la resistencia a la fatiga que por lo corto de las deceleraciones. Y lo único que nos ha desagradado en este panorama tan favorable, es el tacto de los frenos en cuanto empieza a actuar el ABS (u otros sistemas electrónicos) a poco que el asfalto empiece a tener irregularidades o frenemos con el coche en ligero apoyo lateral. Porque el pedal sube y baja a su antojo transmitiendo al conductor una falsa sensación de inseguridad.