El 190 SL recupera su color original

Había llegado el momento de pintar y recuperar aquel color original con el que salió de la cadena de montaje en 1958.
Antes de pasar a la cabina de pintura, la carrocería volvía a ser desmontada por completo, para poder pintar todas las piezas por separado, con el cariño y la atención que requiere la joya más preciada. No hacía falta visitar complejos tecnológicos computerizados para darle el acabado que requería, tan solo el mimo, el cuidado y la maestría que, Javier, su pintor, iba a ser capaz de aportar en su pequeño taller del pueblo de Cebreros (Ávila).
El paso inicial en el proceso de pintado es aplicar (mediante pistola) una primera capa de imprimación fosfatante en todos los elementos de la carrocería (para protegerla de la oxidación). El siguiente paso es emplastecer los pequeños detalles que no están perfectamente alisados (zonas de soldadura, trabajos de reconstrucción para igualar el acabado de las piezas, etcétera) y, una vez igualado todo, se pasa al proceso de lijado y se aplica un aparejo de alto espesor. De esta manera, se rellenan todos los posibles poros y desperfectos que puedan quedar en el lijado, además de servir como soporte de agarre para la pintura definitiva (el aparejo se aplica con pistola).
El Mercedes 190 SL estaba ya preparado para recibir el mismo color con el que se fabricó (deseo expreso del propietario para recuperar su estado original), aquel color intenso con el que había deslumbrado hacía cinco décadas, aquel color código “RED 534” que constaba en la chapita original que llevaba en el vano motor, aquel “Rojo Bombero” (“Fire Engine Red”) lleno de fuerza y de brillo.
Una vez acabado el exterior, el remate final consistió en pintar el vano motor, el habitáculo y el interior del maletero en el mismo color negro satinado que lucía en origen.