El nuevo Niki Lauda obtiene su segundo título (1977)
A pesar de que el Ferrari 312 T2 ya no era el monoplaza imbatible de los años precedentes, seguía siendo uno de los tres mejores monoplazas del Mundial de 1977. Tampoco su rival del año anterior, James Hunt, peleó con la misma intensidad a lo largo de las diecisiete carreras disputadas.
Ahora el enemigo estaba en casa y el argentino Carlos Reutemann conseguía un tercer puesto (GP de Argentina) y una victoria (GP de Brasil) en las dos primeras pruebas del año. Pero, teniendo en cuenta los resultados, su temporada terminaría ahí, pues el resto de carreras se clasificaría siempre por detrás de Niki Lauda (salvo aquellas en las que se retiró el piloto austriaco).
Había nacido el Niki Lauda más frío y calculador, el Lauda que piensa, que sabe administrar las carreras y que suma los puntos necesarios para escalar los puestos en la clasificación. El propio piloto comenta que ha sido capaz de ganar mucho sin ir tan al límite como otros, simplemente usando la cabeza y aprovechando las debilidades de los demás.
Desde el punto de vista técnico, Lauda nunca llevaba el coche fuera de régimen, en un momento en el que la electrónica no era quien te salvaba de tus errores. Estar muy atento a todo le llevaba a conservar mecánicamente el motor y la caja de cambios, además de aprovechar al máximo la respuesta del propulsor y su consumo. Era el piloto perfecto, nada espectacular, pero perfecto.
Tercero en el GP de Brasil (Interlagos), primero en el GP de Sudáfrica (Kyalami) y segundo en los Grandes Premios de EEUU del Oeste (Long Beach), Montecarlo y Bélgica (Zolder), con el quinto puesto del GP de Francia (Dijon-Prenois), Niki Lauda se colocaba en cabeza del Campeonato y ya no abandonaría el liderato hasta el final.
Después obtendría también la victoria en los Grandes Premios de Alemania (Hockenheim) y Holanda (Zanvoort) y el segundo escalón del podio en Gran Bretaña (Silverstone), Austria (Österreichring) e Italia (Monza). El cuarto puesto obtenido en el GP de Estados Unidos (Watkins Glen) suma los puntos suficientes para proclamarse ya matemáticamente como Campeón del Mundo de Fórmula 1 de 1977.
Las relaciones en el seno del equipo Ferrari son tan tensas que Niki Lauda, con su segundo título mundial ya en la mano, decide no participar en las dos últimas carreras de la temporada, el GP de Canadá (Mosport) y el GP de Japón (Fuji).
Respecto a la actitud de Lauda, Enzo Ferrari hace una amarga reflexión y comenta que, tanto el austriaco como otros pilotos, “cuando llegan a la Fórmula 1, inician un ciclo ascendente en el que destacan por su entusiasmo por ganar, el interés de notoriedad y el ansia de aplausos del público, que después materializan en ganancias y alcanza el diapasón con el logro de un título mundial”.
El experimentado Enzo prosigue diciendo que, “cuando había que arriesgar para ganar los Grandes Premios, lo habían hecho con ganas. Pero luego, después, esos grandes pilotos se convierten en agentes formidables de publicidad, cediendo en su esfuerzo por la mejora del coche, los entrenamientos, la prueba de neumáticos… para estar sólo a lo que les da beneficios”.
Niki Lauda, por su parte, manifiesta que ya no tiene motivación para permanecer en Ferrari, porque ha ganado dos títulos mundiales y, aunque ha trabajado siempre bien con el viejo Enzo, ahora se quiere ir a casa con su mujer y su perro para empezar de nuevo.
Realmente fue una separación dolorosa para “il Comendattore”, quien después afirmó que, si Lauda se hubiera quedado en su escudería, habría igualado el récord de títulos de Juan Manuel Fangio.
Pero solo sería un mal puntual, pues Niki Lauda sería sustituido por Gilles Villeneuve para las dos últimas carreras, un desconocido piloto canadiense que rápidamente saltaría al primer plano de la actualidad y que, sobre todo, conquistaría un lugar muy especial en el corazón de Enzo Ferrari y de todos los aficionados a la Fórmula 1.