El Porsche 911 Serie 992 ha superado un duro programa de desarrollo
El desarrollo de cualquier vehículo nuevo supone siempre un renovado reto para el fabricante, en mayor medida cuando se pretende mejorar unos estándares de calidad, dinámica y comportamiento que ya se encontraban al máximo nivel en los anteriores Porsche 911 (Serie 991).
Para conseguirlo, Porsche ha empleado todos sus recursos e ingeniería en los procesos de desarrollo, puesta a punto, innovación y producción de la octava generación de su Porsche 911 (Serie 992), completando un programa de pruebas alrededor del mundo en donde los vehículos han sido sometidos a cambios climáticos con diferencias de temperatura de hasta 85º centígrados, cambios de desnivel de hasta 4 kilómetros y exigentes jornadas de conducción en todo tipo de condiciones (asfalto, nieve, tierra, tráfico intenso, autopista, carreteras de montaña, etcétera), incluido el establecimiento de nuevos registros sobre el asfalto de exigentes circuitos como el Nürburgring-Nordschleife.
Las primeras pruebas se centraron en áreas como el chasis y el motor, para optimizar el rendimiento mecánico, las prestaciones, el comportamiento y su agrado de conducción.
Adicionalmente se realizaban unas pruebas de funcionalidad y calidad en todos los componentes asociados con el habitáculo, el cuadro de instrumentación, el manejo de los mandos y el funcionamiento de los dispositivos y equipos electrónicos.
En países cálidos del Golfo Pérsico, en Oriente Medio y en el Valle de la Muerte de EEUU se ponía a prueba la climatización interior y la gestión térmica de todos los elementos del vehículo, con temperaturas que superan los 50º centígrados, mientras que las carreteras heladas de Finlandia y el Círculo Polar Ártico servían para ensayar áreas como el arranque en frío, la calefacción, la tracción, las ayudas electrónicas, el comportamiento equilibrado del coche y la resistencia de todos los elementos a temperaturas inferiores a los 35º bajo cero.
Las pruebas de resistencia se han llevado a cabo en distintos circuitos, carreteras y ciudades de China, con un tipo de tráfico que es caótico, además de comprobar la fiabilidad mecánica con un combustible que varía mucho su calidad en todo el país oriental.
El motor, la transmisión, los frenos, la suspensión y el chasis se llevaban hasta el extremo sobre el asfalto de Nürburgring (Alemania), mientras que el anillo de velocidad de Nardo (Italia) permitía verificar la aerodinámica, seguridad y buen comportamiento a máxima velocidad.
El Valle de la Muerte (EEUU) ponía a prueba los nuevos Porsche 911 (Serie 992) a 90 metros bajo el nivel del mar, mientras que el fino aire del Monte Evans (EEUU) servía para desafiar la respuesta de los turbocompresores y el sistema de alimentación a una altitud de 4.300 metros.
El trabajo de desarrollo se completaba ya sobre las carreteras y ciudades de Alemania, en condiciones de uso cotidiano, completando un programa de pruebas en el que los coches han recorrido en torno a tres millones de kilómetros en total.
El objetivo de todo estaba claro: cada componente de los nuevos Porsche 911 (Serie 992) debe funcionar con el paso de los kilómetros de forma tan fiable como lo hacía inicialmente.
Y el resultado es este Porsche 911 de octava generación, un coche más potente, más eficaz, más rápido, más funcional, más equipado y más tecnológico, que en su interior cuenta con nada menos que 80 unidades de control, 75 bases de datos, 400 conectores y 2.000 metros de cable que sirven para monitorizar 17.000 funciones y realizar 11.000 diagnosis que permiten al nuevo modelo ser un coche aún más superlativo.