El regalo de no aceptar el “regalo”
Mi nueva cuñada, con los preparativos del acontecimiento, había perdido una talla y los cinturones de seguridad de la época había que ajustarlos manualmente. Así lo hice y con la novia vestida de novia, en el asiento del copiloto, fuimos y regresamos de la sesión fotográfica.
El 19 de Septiembre de 1970 fue sábado, lo recuerdo perfectamente porque yo tenía que regresar a Madrid por mi trabajo y acabo de confirmarlo en la Hemeroteca de ABC, donde destacaba ese día un titular estremecedor: “Millares de muertos y heridos en las calles de Amman”.
Aquel sábado empezó siendo negro a nivel mundial y pudo acabar teñido de luto en lo personal. Pero el destino, la suerte, o lo que sea que determine el azar de la vida en los humanos estaban de mi parte y la de mi familia.
El R-8 TS estaba cargado con cuatro adultos, tres niños pequeños y su equipaje. En ese momento previo a la partida me quisieron hacer un regalo “precioso”: una gran garrafa de vidrio vacía para llenarla de flores secas, lo más “cool” de la época. Era mi suegra quien me lo regalaba y como no cabía en el maletero, su propuesta era que la garrafa viajara dentro del habitáculo.
Yo le agradecí muchísimo el esfuerzo de madrugar para hacernos el “regalito”, pero me negué de una forma tan rotunda que no dejaba duda, a pesar de su disgusto y algunas palabras que no quise entender.