En un apreciado equilibrio
La versión probada cuenta con el motor de acceso a la gama de gasolina, el TFSI 1.8 de 160 CV, que parte del mismo bloque que el 2.0 con distinta carrera y cambios en las partes móviles. Es un motor, al igual que en cualquiera de sus hermanos, excelente. Es muy suave, está suficientemente lleno –elástico- y cuenta con más capacidad de aceleración incluso de la que se puede esperar a priori. No existe ningún motor en la competencia en este rango de potencia mejor, y puede ser más que suficiente frente al 2.0 TFSI de 211 CV, un coche por otra parte rapidísimo con prestaciones muy superiores a las que su potencia puede dar a entender.
El TT Roadster con este motor cuenta con el mismo sonido de escape ronco característico de estos modelos, y que está presente incluso en la versión diesel de 170 CV –también disponible en descapotable-. En este caso Audi parece que hecho una especie de escala de sonido, partiendo siempre del mismo: Desde el ronquido contundente y profundo del TT-S de 272 CV, pasando por el notable sonido del 2.0 y acabando en este 1.8, donde suena algo más fino y amortiguado, pero perfectamente audible. Es un sonido característico que sólo se hace evidente a baja velocidad y que desaparece cuando alcanzamos cierto ritmo.
Personalmente creo que para quien no valore la prestación pura se encontrará encantado con este propulsor, menos contundente que el 2.0 pero igualmente con suficiente nervio, más modestamente expresado. En números tarda –lo que parece muy buen dato- 7,4 segundos en el cero a 100, frente a los 6,2 del de 211 CV–que pueden ser menos incluso-, y alcanza una punta sobrada de 223 Km/h. Estas buenas cifras se deben sin duda a la unión de dos factores: un excelente motor y un peso contenido. La sensación de empuje suave y constante que se tiene nos lleva a la ficha técnica, donde la sorpresa no puede ser mejor: La potencia máxima se mantiene desde las 4500 vueltas y hasta pasadas las 6.000, y hay un arco de 3.000 vueltas (de 1.500 a 4.500) en las que el par máximo se mantiene constante. Cifras que parecen ya más cercanas a un motor eléctrico que a un motor de combustión. Con este buen sabor de boca tan sólo queda por añadir el consumo; un consumo que si sitúa en una conducción suave en unos 7 litros, y en una conducción ágil, con un promedio por encima de los 120 Km/h en autovía, en el borde de los 8 litros. En un viaje de 250 Km/h con una media de 135 Km/h, con tráfico muy despejado y subidas y bajadas frecuentes ha gastado 8,8 litros, una cifra que se sitúa en lo esperable. En ciudad y con constantes arranques y paradas es posible quedarse en 9 litros si nos movemos con suavidad.
Las características dinámicas de este coche permanecen intactas frente a un TT cerrado. Sigue teniendo ese plus respecto a un coche no-deportivo en su dirección, que obedece con fidelidad y rapidez las órdenes del conductor para hacer la conducción ágil. Cuando se conduce con velocidad, todo ocurre de forma ordenada, y al límite se va ligeramente de delante, lo que es tranquilizador pero también resta cierta eficiencia a la hora de sacar el mayor partido a la conducción; este equilibrio entre estabilidad y seguridad es lo que hace especialmente característico al TT, se puede conducir rápido o muy rápido con un gran margen de seguridad y con la sensación de que uno “sabe” conducir, por lo fácil que sucede todo. Pero los hay con tacto más deportivo, sin ir más lejos un Z4 o un MX-5 responden de forma más directa al volante.
Por lo demás, la versión probada contaba con unas enormes ruedas opcionales 245/40/18 que lo hacen claramente más incómodo a la hora de pasar por zonas bacheadas que otros Audi TT que hemos probado con llanta de 16 ó 17” y mayor perfil. Parece una medida exagerada a todas luces y puramente de cara a la galería, y lo que se ganaen agarre lateral es menos de lo que se pierde en confort y consumo.