Grand Prix de Trípoli de 1938. La carrera de los millones
Pese a que Rudolf Caracciola solo consiguió clasificarse tercero en el Grand Prix de Trípoli de 1938, hay que resaltar algunas características que permiten hacernos una idea de la complejidad y el riesgo de aquellas carreras.
A la nota de exotismo que caracterizaba la prueba libia, bajo el protectorado de la Italia fascista, habría de unirse que el Autódromo de Mellaha se había configurado como uno de los más veloces del campeonato. Sus 40 vueltas, con un desarrollo de 13,1 km cada una, sumaban una distancia a recorrer de 524 Km, convirtiendo cualquier previsión en puro azar. Quizás por ello, ese Grand Prix iba asociado a un sorteo de Lotería del que se llegaron a vender 4 millones de billetes a 12 liras cada uno, de ahí que fuese denominada “La carrera de los millones”.
Para mayor complejidad y atractivo, su desarrollo iba ligado al propio sorteo de forma que, la mano “inocente” de un niño, adjudicaba un número a cada bólido y su clasificación final determinaba la combinación ganadora.
Dado que en la categoría superior no se alineaban los 30 bólidos impuestos por la estructura del sorteo, se completaba la parrilla incorporando a la misma los denominados clase “Voiturette” necesarios, una división formada casi exclusivamente por Maserati 6CM 1.5 S-6 cuyas prestaciones eran sensiblemente inferiores a las de los coches más potentes.
En la edición de 1938, ante el “forfait” de Auto-Union al no disponer en la fecha de los coches adaptados a la nueva reglamentación, fueron alineados solamente 13 vehículos de Grand Prix (con motores de 3.000 ó 4.500 centímetros cúbicos) y 17 “Voiturettes” (con propulsores de 1,5 litros).
La desproporción se hizo más evidente cuando los «Voiturettes» se adelantaron en la salida, una combinación extraña de semáforo y bandera de partida que bajaba el entonces máximo representante del Gobierno del Protectorado, el Mariscal Italo Balbo.
Una mala coordinación en la acción hizo que no se bajara la bandera al mismo tiempo que se encendía el semáforo verde (única referencia visual para los más retrasados de la parrilla) y los “Voiturettes” arrancaron varios segundos antes de que los potentes coches de Grand Prix y sus sorprendidos pilotos pudiesen reaccionar. A consecuencia de ello, cuando los “Voiturettes” se encontraban negociando las primeras curvas, se vieron alcanzados por los Mercedes W154 3.0 V12, Alfa Romeo Tipo 312 3.0 V12 y Maserati 8C/TF 3.0 S-8 de la categoría superior, generándose un notable caos en la pista.
Rudolf Caracciola se vió obstaculizado por dos coches más lentos, propiciando la fuga de sus directos rivales, Hermann Lang (Mercedes), Manfred von Brauchitsch (Mercedes) y Giuseppe Farina (Alfa Romeo).
La confusión en los puestos pronto se tradujo en accidentes. El primero, de consecuencias fatales, ocurrió en la vuelta octava, cuando negociando una rápida curva ciega el Alfa Romeo Tipo 312 de Eugenio Siena se encontró con el más lento Maserati 6CM de Franco Cortese. El bólido de Siena, desviándose para evitar la colisión, voló sobre un talud de arena y se estrelló contra una casa, muriendo en el acto. Cortese, que lideraba en ese instante la clase inferior, no llegó ni siquiera a percatarse del peligro vivido.
En la vuelta 13 la mala suerte se cebó en László Hartmann, cuyo Maserati 4CM “Voitturette” colisionó con el Alfa Romeo Tipo 312 de Giuseppe Farina y el piloto húngaro resultó gravemente herido en la espalda, falleciendo horas después a consecuencia de ello.
Pocos son los que se libran de las consecuencias de tan irracional planteamiento, habiendo de sortear con mayor o menor fortuna los peligros de una prueba en la que, a la dificultad de compartir la pista con coches mucho más lentos, se une la degradación de unos neumáticos claramente insuficientes para soportar el enorme esfuerzo al que son sometidos, causando también con ello situaciones de riesgo extremo.
Pese a la limitación mecánica impuesta por la nueva reglamentación, el Mercedes W154 3.0 V12 del vencedor, Hermann Lang, alcanza la meta a una media de 205,1 km/h, seguido de sus compañeros de equipo, Manfred von Brauchitsch y Rudolf Caracciola. La vuelta rápida en carrera la marca Carlo Felice Trossi, que consigue rodar sobre el Maserati 8C/TF 3.0 a una velocidad media de 218,9 km/h antes de abandonar la prueba por avería mecánica.
Dentro de su peculiaridad, el Grand Prix de Trípoli compartía con el resto de carreras de la época dosis exageradas de riesgo y confrontación. Tal vez por ello algunas pruebas se calcula que llegaron a reunir cerca de 400.000 espectadores. Tal vez, aquello solamente fuera un signo más de la ausencia de cordura que arrastró a las naciones, poco después, a la confrontación más cruel de la Historia.