¿Juego sucio? en Suzuka
Una peculiaridad del circuito de Suzuka es que, el mejor lado de la pista para arrancar, no es el habitual por el interior. La parte exterior aportaba alguna ventaja y Senna, tras conseguir aquella “pole” incontestable, pidió permiso para salir por aquel lado. Permiso que le fue concedido y que, sin embargo, el astro brasileño no supo aprovechar debidamente, dando opción a su rival para colocarse en primera posición y mantener un duelo apasionante para los espectadores, a los que ni siquiera interesó demasiado la retirada de su héroe local, Satoru Nakajima (Lotus-Judd 101).
Ya en la vuelta 46, siete antes del final, Senna consiguió colocar su McLaren-Honda en posición de rebasar al de Prost, apurando la frenada hasta el límite en la chicane, en el punto más lento del circuito. El brasileño sabía que era prácticamente la única oportunidad de superar al francés y se colocó en el interior. Prácticamente igualados, Prost hizo amago de abrirse y ceder, pero entonces, con la cabeza vuelta hacia su rival y compañero, hizo un brusco giro de volante hacia la derecha y ambos monoplazas se tocaron, saliéndose así de la pista.
Con los dos bólidos inmóviles y sus motores Honda V10 parados, Alain Prost salió de su vehículo sabiéndose ganador del título mundial. Ayrton Senna, por el contrario, pidió a los comisarios de pista que le empujaran hasta arrancar el McLaren MP4/5 y se dirigió raudo a boxes para reponer la bigotera que había perdido a consecuencia del “fraternal contacto”. Para ello había tenido que cortar la chicane por la vía de escape.
Lanzado a la caza de un imposible, cabalgó hasta alcanzar al Benetton-Ford B189 de Alessandro Nannini, que marchaba líder en ese momento, al que superó en la misma chicane. El italiano comentó posteriormente que optó por ser prudente ante el torbellino incontrolado que le apartó momentáneamente del triunfo.
Senna cruzó la meta en primera posición, convencido de haber ganado el Gran Premio de Japón y mantener intactas las posibilidades para alcanzar el título en la siguiente carrera y última de la temporada 89, el Gran Premio de Australia.
La entrega de trofeos fue una ceremonia confusa en donde la organización entregó a Nannini el testimonio de un triunfo que Ayrton Senna creía suyo. Inmediatamente llegó la noticia de la descalificación del brasileño, al decidir los comisarios sancionarle por haber utilizado la vía de escape de la “chicane”, cuando en varias ocasiones, otros pilotos habían realizado la misma maniobra sin ser sancionados.
A todo ello se unía la circunstancia de haber observado claramente la intencionalidad del “Profesor” Prost, cerrando la puerta con estrépito en el lance decisivo de la carrera. Había sido algo que, a la mayoría de los observadores, les pareció una maniobra intencionada y anunciada desde antes del comienzo de la prueba.
Los ojos de Senna se llenaron de lágrimas, mezcladas con una carga de ira e impotencia al considerar que alguna mano negra había movido los hilos de una conjura en la que, la propia FIA y su presidente, Jean-Marie Balestre, había jugado a favor de su compatriota Alain Prost.
En un ambiente de controversia, con el tercer título de los conseguidos por el francés para McLaren, terminó aquella temporada de 1989 tras la cual ya nada iba a ser igual, pues habrían de cambiar muchas cosas.