La decisión ya estaba tomada
Incluso antes de escuchar aquellas explicaciones del vendedor, la decisión ya estaba tomada. Quería aquel coche y quería, sobre todo, que se lo entregaran el viernes siguiente, 21 de Diciembre.
Mediante una tarjeta de crédito que ya casi nunca usaba, dejó como señal la cantidad que le propuso el amabilísimo vendedor y convinieron que el Porsche estaría dispuesto para su entrega la tarde del viernes, con un gran ramo de rosas rojas y una carta en su interior que le haría llegar antes.
Cuando llegó a casa, no dijo nada especial y, después de la comida, ella le vio hacer lo que era habitual en él a esa hora de las tardes invernales. En su ordenador aparecía una web de coches y, en la pantalla, según pasó por detrás, ella pudo vislumbrar la imagen de un bonito deportivo que también le recordaba tiempos mejores.
Reeeeec, reeeeec, reeeeec, reeeeec… aquel despertador que ya no usaba más que excepcionalmente, le trajo a la realidad. Eran las 7:30 de la mañana y aquel día, 21 de Diciembre, debían desplazarse a la capital de la provincia. Volvían a casa por Navidad.
Circulando por la autopista, él trataba de no rebasar en exceso aquellos límites de velocidad absurdos que le imponían. Y miraba furtivamente a ella, aparentemente relajada, quizá pensando en el reencuentro familiar, en las cosas que tendría que comprar y en la cantidad de comidas ricas que la pedirían para celebrar las Pascuas. Aún así, la percibía ilusionada, sin saber lo cerca que había estado de estrenar aquel brillante Porsche Carrera rojo.
Él, sonriendo misteriosamente, pensó que la esperanza no estaba perdida. Al día siguiente se sorteaba el Gordo de Navidad y soñar seguía siendo su regalo más reconfortante.