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Los arriesgados años 70. Jackie Stewart Parte 2

Un relato de El Abuelete del M3 - 21 febrero 2013

La tragedia del Gran Premio de Holanda de 1973

Aparte del grave accidente sufrido en su segunda temporada en la Fórmula 1, durante el Gran Premio de Bélgica de 1966, la carrera de Jackie Stewart no se puede decir que estuviera jalonada por demasiados tropiezos propios. Su depurado estilo de conducción le permitía ir más rápido y aparentemente más seguro que los demás.

Arriesgado cuando debía serlo, hay que recordar su victoria en el Gran Premio de España de 1969, en el circuito de Montjuic, donde la fragilidad de los desproporcionados alerones desarrollados para la temporada produjo accidentes irrepetibles y saltos inauditos en los rasantes, que obligaron a suspender la utilización de aquellos elementos irracionales.

Fue su concienciación en la necesidad de poner racionalidad al disparate lo que llevó a Jackie Stewart a ser tan beligerante en su pelea por evitar lo que en la temporada de 1973 le alcanzaría muy directamente, influyendo decisivamente en su retirada.

Tras el “aviso” recibido en el Gran Premio de Sudáfrica de principios de temporada, en donde Clay Regazzoni estuvo a punto de fallecer abrasado a bordo de su BRM-V12 P160D envuelto en llamas, la misma tragedia con desenlace fatal se volvió a repetir durante el Gran Premio de Holanda, disputado en el circuito de Zandvoort.

La primera línea la ocupaban el Lotus-Ford 72E de Ronnie Peterson, escoltado por los Tyrrell-Ford 006 de Jackie Stewart y Francois Cevert. Hacia mitad de la parrilla, Roger Williamson (March-Ford 731) compartía línea de tres con Emerson Fittipaldi, cuyo Lotus-Ford 72E había clasificado muy por detrás de lo habitual, y Graham Hill sobre Shadow-Ford DN1.

Accidente fatal de Roger Williamson en el Gran Premio de Holanda de 1973, disputado en el circuito de Zandvoort.Las primeras vueltas transcurrieron con normalidad pero, en el octavo giro, El March- Ford de Williamson, que había superado a David Purley (March-Ford 731), sufrió una brutal salida de pista que lo precipitó contra el guardaraíl. La flexión de éste actuó como un resorte elástico que lanzó el coche siniestrado rebotado hasta el centro de la pista, con las cuatro ruedas boca arriba y el piloto atrapado debajo, envuelto en un pavoroso incendio.

Las cámaras de televisión mostraron la imagen de Purley, que detuvo su monoplaza y corrió en auxilio de su compañero y amigo, tratando de liberar, con sus manos, al infortunado Williamson.

Nada pudo hacer al no haber dispuesto en el lugar ningún medio capaz de dominar aquel infierno y solamente quedaron para siempre aquellas escenas de desesperación de David Purley, golpeándose su propio casco con aquellas manos que no habían podido salvar la vida de su compañero.

Mientras tanto, la carrera continuó disputándose, hasta consumir las 72 vueltas programadas, con victoria de Jackie Stewart, seguido por su compañero en Tyrrell, Francois Cevert, y con James Hunt (March-Ford 731) en tercera posición.

Aquel desgraciado suceso y la crudeza de las imágenes de televisión conmocionó las conciencias y provocó un debate que no se había producido hasta entonces. Hubo cruce de declaraciones e imputaciones veladas en las que cada cual justificó su actitud apelando a la confusión del momento.

Quedó patente que esa regla circense, según la cual el espectáculo debe continuar en medio de la tragedia, ya no debía mantenerse por más tiempo. Los días del Coliseo romano debían acabar.