Los comienzos del joven Rosemeyer
Su paso por la Tierra había sido breve, apenas 28 años. Nació el 14 de Octubre de 1909, en Lingen (Alemania), un pueblo próximo a la frontera holandesa, y ya desde los días de la escuela mostró su apasionamiento por la velocidad.
El garaje taller propiedad de su padre, Rosemeyer & Co, le permite contactar directamente con los objetos de su fascinación y, después de las clases escolares, trabaja junto a su hermano mayor, Job, reparando todo tipo de vehículos y maquinaria.
Con solo 11 años, aquel chico rubio y extrovertido, ya conducía en cualquier descuido el coche de su padre, obligando a su progenitor a sacarle en alguna ocasión de la comisaría de los pueblos de alrededor, previo pago de la sanción correspondiente.
Un año después, con la complicidad de su hermano, organizaban carreras de motocicletas en las que mostraba tal superioridad que se permitía ganar conduciendo en las posturas más inverosímiles.
Cuando obtuvo su primera licencia de conducción, recién cumplidos los 16 años, las autoridades se la revocaron casi de inmediato, ante las permanentes demostraciones del joven Bernd, demasiado arriesgadas para su integridad y la de sus paisanos.
Era un tiempo en el que proliferaban todo tipo de exhibiciones basadas en la velocidad y el riesgo, protagonizadas en su mayoría por antiguos pilotos licenciados de la I Guerra Mundial, buscando sobrevivir en un mundo con grandes dificultades económicas y asombrando a las masas con el aumento de potencia y los avances de la aerodinámica, traducidos en nuevas geometrías en el diseño de aquellas máquinas y velocidades de vuelo cada vez mayores.
En el campo del automovilismo, esos avances se traducen también en el permanente aumento de la potencia de los motores, la velocidad de los bólidos y la pasión añadida por la actuación de arriesgadísimos pilotos europeos, principalmente italianos hasta la aparición de los pilotos alemanes, dominando las pruebas de Grand Prix organizadas en Europa y América.
Y todo aquello resultaba ser un caldo de cultivo para el desarrollo de jóvenes como Bernd Rosemeyer, dispuestos a arder en su pasión por la velocidad.
El año 1931 le llega una oportunidad que aprovecha, al ser contratado por Zündapp para sustituir a uno de sus pilotos lesionados. Realiza unas sesiones de prueba en el hipódromo de Lingen y comienza a competir en la categoría de 250 c.c. en Speedway. A la primera victoria en Oldenburg le seguirán otras 10 en esa temporada.
Su paso por el motociclismo le permite pilotar en diversas marcas y categorías, unas veces con BMW y otras con NSU, con un empuje que le lleva a contar muchas de sus participaciones como victorias. Y, en 1934, con DKW, una de las cuatro compañías de Auto Union, además de importantes victorias, le va a llegar la oportunidad que ha estado esperando desde los días en que le tomaba “prestado” el coche a su padre.