Luz… acción… y llegan los nuestros
Ya era de noche y, para que os imaginéis, pensad en un tramo en subida con una derecha de segunda a fondo, seguida de unos escasos 50 metros de recta, hasta llegar a una izquierda de segunda ahuecando y bajada hacia La Bollène-Vésubie.
Todo ello con miles de espectadores agolpados a los lados para ver algo, miles de flashes y focos iluminando la escena y un Lancia Stratos, un Porsche 911 o un SEAT 124 absolutamente cruzados, de lado durante todo el paso por la recta, para recuperar el morro y meterlo a contravolante, apuntando hacia el abismo de la bajada, cubierta de hielo y paredes de nieve.
En la retransmisión de Radio Montecarlo, con una cobertura que incluía un coche participando en el propio rallye, señalaban que algún error en la elección de neumáticos en la primera especial de “La Madone” le había creado problemas a Sandro Munari, que tuvo que solucionar empleándose muy a fondo cuando puso la monta correcta. Markku Alen con FIAT 131 Abarth también tenía problemas eléctricos en la subida al Turini y era descalificado al circular en sentido contrario. El rallye se estaba poniendo emocionante.
A todo esto, Antonio Zanini venía quinto y cuando apareció el español entre el silbato de aviso y los flashes, se desató la locura, pues para los españoles era uno de los nuestros y, los italianos, al haberse quedado solo con uno de sus FIAT oficiales, se empezaron a cambiar de bando, aplaudiendo a los “taxistas” de SEAT (antes hacían bromas sobre ellos). Munari, con su Lancia Stratos HF, marca el “scracht” (mejor tiempo en el tramo) y, tras él, Bacchelli (FIAT 131 Abarth), Andruet (FIAT 131 Abarth), Zanini (SEAT 124/1.800), Cañellas (SEAT 124/1.800), Lunel (Porsche 911), la pareja femenina Christine Dacremont/Galli (cómo iban la morena y la rubia del Lancia Stratos), Dorche (BMW 2002 Tii), Carlsson (Opel Kadett GT/E) y Serviá (SEAT 1430/1.800) décimo.
En los tramos siguientes, nuestros hombres estuvieron entre los mejores, con Zanini y Cañellas haciendo segundos y terceros puestos en la tercera y cuarta especial respectivamente, mientras Salvador Serviá, muy efectivo, les pisaba los talones a sus contrincantes. Así pues, los pilotos españoles llegaban a la segunda pasada por el Col de Turini sabiendo que, si no sufrían una rotura, iban a poner una pica muy alta para SEAT.
En uno de esos tramos se quedaba el último FIAT 131 Abarth oficial, el de un fogoso Fulvio Bacchelli que, “subiéndose por las paredes”, trataba de darle el triunfo a su marca. A partir de ese momento, todos los Lancia Stratos, SEAT, Polski, etcétera se convirtieron también en “FIAT” para los “tifossi” italianos.
Antes, entre pasada y pasada por el mítico “Col”, todos los de la expedición y muchos de los aficionados catalanes y de otros lugares, combatieron los 13º bajo cero calentándose con los cafés irlandeses que pudieron tomar de forma gratuita en el improvisado “VIP Paddock” montado por el Pub Seis Peniques a pie de tramo.
Con la euforia de los cafés, la brillantez del espectáculo y el éxito de los pilotos españoles, con sabor a triunfo, el regreso a Mónaco amaneciendo fue una juerga y, aunque en la bajada uno de nuestros autocares se dejó parte de la pintura del techo y algo más contra un saliente de roca, la experiencia había dejado en nosotros tan buen sabor de boca que aún se repitió otros dos años más (Montecarlo 78 y 79).