Mucha potencia con una respuesta progresiva
El motor de origen Volkswagen/Audi ofrece todas las características que se esperan en un coche deportivo. Es potente, enérgico, tiene buena respuesta a cualquier régimen y un sonido agradable cuando exprimimos su potencial (con un ronquido que suena “gordo”).
Desde mi punto de vista, una de sus virtudes es que muestra toda su intensidad sin necesidad de ser violento a la hora de entregar la potencia. Los caballos llegan rápido, pero sin amontonarse, uno a uno, desde bajo régimen y de forma tan contundente como progresiva.
En aceleraciones a fondo, la presión máxima efectiva de soplado del turbo trabaja a 2,2 bar y comienza a empujar pleno de energía desde 2.250/2.500 rpm (según la marcha), estirando con fuerza hasta alcanzar la zona roja del cuenta vueltas (a 6.500 rpm). En las marchas cortas permite incluso apurar el régimen hasta unas 6.750 rpm, encontrando el corte de inyección a 7.000 rpm (es un corte suave, sin tirones molestos ni “rebotes” de régimen).
Esto hace que resulte un motor muy agradable de utilizar en el uso cotidiano (por su elasticidad), pero también satisfactorio en sensaciones cuando queremos aprovechar al máximo sus 265 caballos. En los cambios de marcha se aprecia cierto retardo en la respuesta del turbocompresor (“turbo lag”), aunque tampoco llega a resultar molesto. No obstante, los que quieran obtener las máximas prestaciones en un momento puntual podrán evitar dicho “turbo lag” simplemente subiendo marchas sin levantar el pie del acelerador, maniobra que el León Cupra R nos deja realizar sin problemas gracias al rápido accionamiento de su caja manual de seis velocidades, siempre y cuando tengamos cierta pericia en el manejo del cambio y coordinemos con precisión cada movimiento.
En cuanto a las prestaciones, solo tengo que decir que ofrece lo que se espera: mucho empuje, buena aceleración (0 a 100 km/h en 6,2 s), elevada velocidad máxima (autolimitada electrónicamente a 250 km/h) y brillante capacidad de recuperación.
Su sistema de inyección directa aporta un consumo comedido en condiciones de utilización tranquila, gastando una media de 9 l/100 km en uso mixto por ciudad y carretera. La cosa cambia cuando agitamos la “cuadra” y, en conducción a fondo por carreteras de montaña, podemos alcanzar cifras cercanas a los 24 l/100 km. En conducción de estilo deportivo, la autonomía apenas superará los 265 km, mientras que alcanzará los 600 km si nuestro ritmo es suave y se mantiene dentro de los límites legales establecidos.