Muchas horas de trabajo
La primera salida a carretera dejaba constancia de que, el Mercedes 190 SL, había quedado como el primer día, con el mismo lustre y suavidad de funcionamiento con el que deleitó a su primer propietario cuando lo recogió en un concesionario norteamericano hace más de cinco décadas.
Detrás habían quedado muchos días de trabajo y cerca de un año de dedicación, pasión y esmero en el detalle por parte de Pablo Muñoz y de las otras personas que colaboraron en su restauración.
Para entenderlo mejor, basta un pequeño desglose de las horas de trabajo invertidas: 160 horas en el proceso de desmontaje y clasificación de piezas, 460 horas en reconstrucción y reparación de la carrocería, 120 horas en el proceso de pintado, otras 120 horas para completar la instalación eléctrica y colocar todos los mandos de la instrumentación y el salpicadero, 160 horas se fueron en revestir el interior, realizar el tapizado y colocar la capota de lona, 150 horas en rehacer los puentes delantero y trasero, 40 horas para reconstruir la caja de cambios, embrague y transmisión, 25 horas para la dirección, 130 horas para hacer el motor por completo (con carburación y distribución incluidos), 85 horas en el equipo de frenos y 250 horas finales en el montaje de todos los elementos, lo que supone un total de 1.700 horas de trabajo.
Su nivel de terminación es tan cuidado que, a principios de 2012, este 190 SL Roadster ha estado expuesto durante un par de meses en la entrada del edificio de Mercedes-Benz España (Madrid). Su fidelidad con el original es tal que algunos de los empleados pensaron que el coche lo habían traído desde algún museo de la marca en Alemania.
La inversión en recambios originales (sobre los 20.000 euros) y en trabajo realizado ha permitido que esta unidad tenga hoy en el mercado un valor que podría superar los 120.000 euros. Pero, sobre todo, ha permitido que su propietario pueda disfrutar conduciendo uno de los descapotables más bellos que se han fabricado.