Ocho kilómetros de palpitaciones
Con las precauciones del principio, hemos dejado a nuestra derecha Casillas de Rojas. La pendiente es muy fuerte, y encadenamos una secuencia de cinco horquillas, la primera de ellas a la derecha. A la altura del mirador que se asoma a Cañadillas la carretera se vuelve algo más rápida, primero con un recorrido mixto que nos obliga a utilizar las cuatro primeras marchas, y un poco después decididamente rápido. No hay lugar, en ningún caso, para las dos últimas velocidades de esta magnífica caja automática del Lexus IS F. Al final de un falso llano, una gran frenada, que los colegas alemanes se saben ya de memoria, y una paella a izquierdas a la que siguen tres vistosas enlazadas.
De nuevo un tramo rápido, de fuertes apoyos, para enlazar 800 metros después con tres nuevas horquillas no precisamente lentas, que ponen a prueba el equilibrio del chasis y exaltan la facilidad del motor para inundar de fuerza el pedal del gas. Los dos últimos kilómetros son decididamente rápidos. Nuestros amigos saben que hoy no pueden echarnos carreras (ellos no tienen un AMG, y nosotros tenemos un IS F), y se paran a la orilla del camino, como anticipo de la retirada. Un buen sitio sin duda para contemplar Trevenque. Desde aquí podríamos ver el mar, pero delante está el Cerro del Caballo, destacando sobre la hilera de montañas de la Sierra de Almijara.
En estas curvas encontramos toda la colaboración imaginable en el Lexus IS F. Un coche “cumbre”, enfrentado a una de las más altas cimas de la península. La abundancia de par y la generosidad de la potencia hacen que siempre nos queden tres o cuatro marchas por utilizar. El IS F, potente como pocos y preciso como casi ninguno, tiene uno de los primeros cambios con función secuencial que va algo más rápido que el pensamiento; algo más, y esto es una opinión, que el SMG de BMW o el DSG de VW/Audi. Ágil cuando escalamos marchas, impecable y más rápido que el ojo en las reducciones, con su golpecito de gas incluido. Emocionante, casi agotador…