Tercera estación: los “Grupo B”, territorio de fieras
Nuestro viaje a la nostalgia recorre varias estaciones y ahora paramos a contemplar una muestra impresionante de aquellos Grupo B que llevaron los rallyes al paroxismo, bestias brutales y a la vez divinas: el Audi Quattro S1 que pilotara Hannu Mikkola en 1985; un antiestético, aunque eficaz MG Metro 6R4, que pilotó Malcom Wilson en el Rally Sanremo de 1985; el desproporcionado y exclusivo Citroën BX 4TC (sólo quedan 6 unidades en el mundo) de Philippe Wamberge en el Rally Acrópolis de 1986; brutales Lancia Delta S4, que Markku Alen y Juha Kankkunen supieron domesticar después de que el Lancia 037 iniciara el camino de la categoría en 1982…
No faltaba en la muestra de Madrid Motor Days la representación de los Peugeot 205 Turbo 16 y Turbo 16 Evo II con los que Ari Vatanen, Juha Kankkunen, Bruno Saby y Timo Salonen llenaron de trofeos, de victorias y de títulos las vitrinas de la marca francesa entre 1984 y 1986.
El “lado maldito” de los Grupo B está presente en el Ford RS200 de los portugueses Joaquim Santos y Oliveira, aquel que protagonizó un fatídico accidente contra el público en el Rallye de Portugal de 1986. Las trágicas consecuencias de aquel atropello múltiple, unidas al fallecimiento de Attilio Bettega con el Lancia 037 (en el Rally de Córcega de 1985) y el accidente mortal de Henri Toivonen y Sergio Cresto a bordo de un Lancia Delta S4 (Rally de Córcega de 1986), significaron el final de aquella aventura con los Grupo B, llena de pasión, potencia, espectacularidad, velocidad y desproporción.
Mucho se escribe todavía sobre aquellos años, porque los Grupo B dejaron una huella indeleble en la memoria de los aficionados. Jamás se había vivido con tanta pasión al borde de las cunetas. Aquellas máquinas cercanas a los 500 CV de potencia, capaces de acelerar de 0 a 100 km/h en apenas dos segundos, con una forma tan radical de pilotarlas al máximo y sin las medidas de seguridad existentes en los circuitos, provocaron una catarsis por la que cientos de miles de aficionados siguieron las pruebas del calendario, aceptando espectadores y participantes riesgos que, en ocasiones como las citadas, acabaron en tragedia.
Junto a semejante despliegue de Grupos B de carreras, encuentro enfrentadas sus correspondientes versiones de calle, que los fabricantes estuvieron obligados a producir y comercializar para poder homologar sus coches de competición. El reglamento decía que tenían que fabricar un mínimo de 200 unidades pero, en la práctica… cada uno se las ingenió a su manera para sacar adelante la homologación correspondiente.
A lo largo de este viaje de regreso al pasado me presentan a Miki Biasion (doble Campeón del Mundo de Rallyes en 1988 y 1989), que junto a Carlos Sainz y Ari Vatanen componen el trío de leyendas vivas, de relieve mundial, presentes en el evento. Me encuentro ante un hombre afable, más joven de lo que su cabeza rasurada indica, que, sonriente, firma innumerables rúbricas, así que no puedo resistir la tentación de pedirle un autógrafo para Autolímite.
Reconozco en él aquel piloto fino y eficaz recordado todavía con admiración, que pilotando para el Jolly Club el precioso Lancia 037 Totip presente en la muestra luchaba en cada rallye del Mundial por alcanzar la gloria del triunfo.
Me lo ha presentado otra joven leyenda viva de esta pasión que son los rallyes, José Antonio Zorrilla, “el Zorro”, ese pilotazo de Villasana de Mena a quien conocí hace más de 40 años. Él, con sólo 20 años, estaba embarcado entonces en la aventura de ser piloto (en ella sigue) y yo en la de crear el Pub Seis Peniques.
Junto a Ricardo Galiano, creo que fueron los primeros en portar las pegatinas amarillas con letras negras del “PUB SEIS PENIQUES” en el parabrisas de sus coches de carreras. Aquello fue el comienzo de un camino que recorrimos juntos, en compañía de muchos de los mejores pilotos de la época. Fueron, sin duda, años que no se podrán borrar de mi memoria.