Tracción permanente a las cuatro ruedas y emoción total
El Ford Focus RS III 2.3 EcoBoost es el primer Focus RS que tiene un sistema de tracción permanente a las cuatro ruedas (denominado “Ford Performance All Wheel Drive”), pero no es el primer “RS” con tracción total, pues anteriormente contaron con ella modelos como el Ford RS200 (1984), el Ford Sierra RS Cosworth 4×4 (1990), el Ford Escort RS Cosworth 4×4 (1992) o el Ford Escort RS2000 4×4 (1994).
Lo que sí tiene el Ford Focus RS III es el sistema de tracción total más avanzado y eficaz montado por un Ford de calle hasta la fecha. Además de un reparto de par variable entre ambos ejes, el “Ford Performance All Wheel Drive” lleva también un dispositivo dinámico del reparto de par en las ruedas traseras (“Dynamic Torque Vectoring”), que actúa como un control de guiñada y ayuda a ofrecer un comportamiento más ágil en curva (pincha aquí para conocer la características técnicas de su tracción total).
Por si no fuera suficiente, este avanzado sistema de tracción a las cuatro ruedas modifica su respuesta y funcionamiento para adaptarse al modo de conducción seleccionado por el conductor mediante el botón “Drive Mode” situado junto a la palanca de cambios.
En la práctica, lo que sentimos al volante es que su tracción total nos permite transmitir al suelo toda la potencia, conducir el coche con total eficacia e incluso “jugar” con sus reacciones para colocarlo mejor donde queremos.
Si en el modo “Normal” adapta sus características al uso cotidiano y la seguridad, en su configuración “Sport” (en los modos “Sport” y “Circuito”) adopta un reglaje más deportivo y el eje trasero desliza en mayor medida cuando es necesario (en función de la velocidad, el giro del volante y la posición del acelerador), para ayudar a colocar con más eficacia el eje delantero por donde apuntamos con el volante.
La absoluta novedad en el Ford Focus RS III 2.3 EcoBoost y en su sistema de transmisión es el modo “Drift” (“Derrapaje”), que permite realizar derrapadas con mayor facilidad y seguridad. Facilidad porque reparte un 70 por ciento del par motriz al eje trasero, con lo cual el coche sobrevira claramente cuando aceleramos fuerte (ayudado también por el control de guiñada “Dynamic Torque Vectoring”). Y, mayor seguridad, porque las ayudas electrónicas siguen estando activas (aunque permitan el patinamiento evidente de las ruedas posteriores) y nos pueden ayudar cuando la cosa se complica ya más de la cuenta.
No obstante, lo que permite básicamente es “vender la pescadilla” a conductores que se estén iniciando en lo que es el “Drift”, porque, para poder realizar derrapadas “de verdad”, es necesario desconectar por completo las ayudas electrónicas del “ESC”.
Con el modo “Drift” conectado, el coche se mueve muy fácilmente en marchas cortas y curvas muy cerradas de baja velocidad, pero en curvas más rápidas siempre será el control de estabilidad el que acabará colocándonos de nuevo en la trayectoria cuando el coche comienza a tomar mucho ángulo en la derrapada.
En definitiva, el modo “Drift” a mí me parece todo un acierto, puesto que permite mayor diversión a los conductores que no tienen un control total de la situación, mientras que los “volantistas” más experimentados que gestionen con precisión las derrapadas sin la intervención de las ayudas electrónicas (completamente desconectables) también encontrarán máxima diversión al volante del Ford Focus RS III.