Tras el desastre en Zandvoort llegó el doblete en Monza
Aunque Gilles Villeneuve gozaba del aprecio personal de Enzo Ferrari, la apuesta de “il commendatore” estaba puesta realmente en Jody Scheckter para que ganara el título.
La mayor experiencia del piloto sudafricano era evidente sobre los monoplazas de Fórmula 1, aunque Gilles se esforzaba en demostrar que su etapa de “aprendizaje” ya había pasado, clasificando por delante de su compañero en muchas de las parrillas de salida y llegando a liderar la clasificación de pilotos en los primeros compases del campeonato.
Cada carrera era una nueva oportunidad y también un nuevo espectáculo del piloto canadiense, siempre al ataque, aunque su exceso de fogosidad le costó un buen número de preciosos puntos con los que, quizá, hubiera hecho cambiar de idea al propio Enzo.
Ya habíamos comentado que, en lo que iba de temporada 1979, Gilles Villeneuve había ganado consecutivamente en los Grandes Premios de Sudáfrica (Kyalami), Estados Unidos del Oeste (Long Beach) y también en la Carrera de Campeones de F1 (Brands Hatch). A pesar de no ser puntuable para el mundial, ésta última suponía una brillante carta de presentación para las aspiraciones de Gilles.
Por su parte, Jody Scheckter había ganado en el GP de Bélgica (Zolder) y GP de Mónaco (Montecarlo), mostrando en la pista unos resultados más consistentes, mientras Villeneuve ganaba posiciones con enorme maestría al mismo tiempo que las perdía por exceso de efervescencia.
En el GP de Argentina (Autódromo de Buenos Aires) había realizado un trompo cuando iba en sexta posición (tenía que entrar en “pit lane” para cambiar neumáticos y se retiraba a tres vueltas de finalizar), en el GP de España (Jarama) se marcaba otros dos trompos después de haber ido tercero (finalizaba en la 7ª plaza), en el GP de Bélgica (Zolder) se golpeaba contra Clay Regazzoni (Williams-Ford FW07) y rompía el alerón delantero del Ferrari 312 T4 (finalizando la carrera en 7ª posición) y en el GP de Mónaco rompía la transmisión cuando rodaba en segundo puesto (abandonando la carrera).
A la brillante segunda posición obtenida en el GP de Francia 1979 (Dijon-Prenois), con el legendario duelo frente a René Arnoux (Renault RS10), le siguieron los fiascos del GP de Gran Bretaña (Silverstone) y el GP de Alemania (Hockenheimring), en donde padeció problemas de alimentación y la rotura del alerón trasero, respectivamente.
Tras un nuevo podio en el GP de Austria (Österreichring), llegaba el Gran Premio de Holanda (Zandvoort), otro de los escenarios en donde Gilles Villeneuve volvería a dejar sobre la pista lo mejor de su velocidad y lo peor de su fogosidad (para clamor de los espectadores).
Después de colocarse líder en carrera, Gilles se mostraba el más rápido sobre el asfalto, pero realizaba un trompo en la vuelta 47 y reanudaba su persecución frenética a por el liderato de Alan Jones (Williams-Ford FW07).
Pocas vueltas después, su neumático trasero izquierdo reventaba en la frenada de la primera curva y se salía de la pista. Lo que para otros hubiera supuesto un abandono directo, para Villeneuve suponía un nuevo desafío en su lucha por la victoria.
El piloto canadiense volvía a la pista y comenzaba a rodar por su trazado como si no hubiera pasado nada (a pesar de ir sin neumático trasero), realizando un nuevo trompo en una de las rápidas curvas a derechas de Zandvoort (“Scheivlak”).
En el nuevo incidente, Villeneuve arrancaba la rueda trasera izquierda, pero volvía al trazado y completaba la vuelta a toda velocidad, sustentado por tan solo tres ruedas y arrastrando parte de la carrocería por el asfalto, ante el asombro de los aficionados y la incredulidad de sus mecánicos.
El joven Gilles volvía a perder una victoria que podría haberle dado el campeonato.
En cualquier caso, el Ferrari 312 T4 se mostraba muy competitivo sobre la pista y, aquella exitosa temporada de 1979, el equipo italiano vivió “en casa” su máximo momento de gloria, cuando Jody Scheckter y Gilles Villeneuve obtuvieron un contundente doblete en el circuito de Monza (GP de Italia 1979), el templo deportivo de los tifosi ferraristas.
Ante el jaleo de los aficionados italianos, Jody Scheckter se proclamaba campeón del mundo de pilotos y Ferrari obtenía el título de constructores, en una carrera donde Gilles Villeneuve demostró su respeto a las órdenes de equipo, sin disputar la primera posición a su compañero hasta cruzar por la línea de meta (finalizó a 0,46 segundos de Scheckter).
El piloto canadiense cerraría la temporada con una nueva victoria (la tercera con el Ferrari 312 T4) en el GP de EEUU del Este (Watkins Glen), la última prueba del año, proclamándose también subcampeón del mundo de Fórmula 1 (47 puntos), a tan solo cuatro puntos de su compañero campeón (51 puntos).
En todas las carreras había dejado adelantamientos imposibles, espectáculo sobre el asfalto y la impronta de su velocidad, marcando la vuelta rápida en carrera en casi la mitad de las pruebas (Sudáfrica, EEUU del Oeste, España, Bélgica, Alemania y Holanda).
NOTA: Continúa en Parte 3