Un rugido en el silencio
Lo que al principio es emoción pura, al cabo de un rato produce cierto sonrojo. La transmisión del Lexus IS F añade marchas en un suspiro, acompañada con brío por el rugido de este generoso V8, y hace por sí sola una especie de punta/tacón en las reducciones, sin que podamos evitarlo. En cierto modo, nos sentimos al volante de una moto “R”, y eso exige siempre mucha concentración. Razón de más: la sensación de velocidad es equívoca, y con el IS F llegamos siempre a las frenadas mucho más rápido de lo que pensábamos.
Los amantes del buen sonido encontrarán aquí una fuente musical de primer orden, y muchos, en lugar de utilizar el magnífico equipo de audio con que viene provisto el IS F (si no es el mejor del mercado le falta muy poco) se pasarán el día cambiando marchas arriba y abajo. Por encima de 3.600 rpm, el circuito de alimentación cambia de forma y volumen y el sonido se vuelve más agudo y excitante. Es una pena estar rompiendo el silencio, sin embargo.
Para arrancar de un fracaso, el hallazgo de esta carretera anónima y recóndita es un premio, una sorpresa. Por eso es tan recomendable cultivar la paciencia, que es el arte de no esperar nada.