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Una vuelta de record con el Lexus LFA

Escrito por: Víctor M. Fernández - 13 diciembre 2011

Volando sobre el Nürburgring-Nordschleife

Aunque mi primera elección hubiera sido conducir el Lexus LFA sobre el Nordschelife, confieso que la experiencia de realizar un copilotaje con Akira Iida en el “Infierno Verde” fue, a la postre, mucho más impresionante y satisfactorio.

A pesar de tener los ojos rasgados, Iida conoce el Nordschleife como la palma de su mano. El piloto japonés ha participado activamente en la puesta a punto del LFA sobre dicho trazado, rodando vuelta tras vuelta para realizar el ajuste más eficaz del chasis. Además ha corrido en tres ediciones de las 24 Horas de Nürburgring (2008, 2009 y 2010) con un Lexus LFA muy próximo en especificaciones técnicas al coche de serie, así que, quién mejor que él para mostrarme de lo que es capaz este súper deportivo.

Después de un cordial saludo, acoplarme en el bacquet del copiloto, apretarme bien los cinturones de arnés y pedirle a Akira que “no se corte”, entramos en pista por el acceso reservado a los probadores de las marcas.

El piloto de Lexus sale exprimiendo las 9.000 rpm a las que sube el motor V10. Su sonido es impresionante, aunque desde dentro no se percibe tan agudo como cuando lo escuchamos desde fuera (tampoco en el sonido de los videos se aprecia la agudeza en su justa medida).

Primera curva a izquierdas (“Nordkere”) y el LFA ya promete. Comenzamos la bajada frenética hacia “Hatzenbach”, en donde el motor pide marchas con la misma velocidad que bajamos. Primera curva a derechas, a fondo, a 160 km/h y seguimos ganando velocidad hasta la siguiente curva a derechas. Aquí llegamos ya a 180 km/h y el piloto japonés toca el freno levemente, para tomarla con plena decisión y seguir acelerando. De nuevo, “pie en la tabla”, superamos los 200 km/h y llegamos a una izquierda-derecha con frenada en apoyo. El LFA se agarra al asfalto como una lapa y me llama la atención el excelente agarre que ofrecen sus neumáticos Bridgestone de calle, específicamente desarrollados para este coche. Iida aborda las siguientes curvas enlazadas con decisión y me asalta la sensación de que se mete demasiado pronto a tocar el vértice. Pero el LFA sigue fielmente la trayectoria marcada, gracias a su excelente agarre, y el piloto tira un poco de volante para colocar el morro por el sitio.

Llegamos a “Hocheichen” y encaramos la bajada con el acelerador a fondo. Delante de nosotros visualizamos una zona rápida y tengo la sensación de meternos en un auténtico tobogán por el cual, el LFA, supera los 200, 210, 220 km/h… y subiendo. El rasante de “Quiddelbacher” se aproxima a toda velocidad, mientras Iida sigue acelerando y a mí se me empieza a llenar el culo de preguntas. Justo antes de la cresta, Akira suelta el acelerador y… a volarrrr!! El salto es muy rápido, apenas un instante, y la suspensión amortigua la caída con una eficacia extraordinaria. No hemos casi aterrizado y llega volando la doble derecha del Aeródromo (“Flugplatz”). Leve frenada, baja una marcha y nos metemos a 200 km/h en la primera derecha y a 180 km/h en la segunda. El LFA se agarra como si fuera un coche de carreras (a pesar de su neumático de serie), la aerodinámica funciona y la sensación de “grip” (adherencia) es increíble para tratarse de un coche de calle.

De nuevo, “pie en la tabla”. El velocímetro supera otra vez los 200 km/h y sigue progresando. Tenemos todo un kilómetro de plena aceleración hasta llegar a la rapidísima curva a izquierda de “Schwedenkreuz” (Cruz de Suecia) y el velocímetro digital del LFA nos muestra casi los 270 km/h. En el rasante que hay justo antes de la curva tengo la sensación de que volvemos a despegar del suelo, toque de freno, baja una marcha y se tira al vértice de la curva a 210 km/h, nuevo toque de aceleración y encaramos recto la primera frenada de infarto, desde más de 220 km/h hasta 95 km/h, velocidad a la que abordamos la curva a derechas de “Aremberg”.

Iida pisa de nuevo el acelerador para atacar a fondo la pronunciada bajada que nos precede, mientras el velocímetro del LFA sube velocidad como si fuéramos a cámara rápida: 120, 150, 180, 200, 220, 240, 260… a 262 km/h quito mi vista del velocímetro y me fijo en el viraje que se nos echa encima. La izquierda de “Fuchsröhre” es una de las curvas más impresionantes del Nordschleife, una especie de “agujero” con los guardaraíles pegados a un par de metros del asfalto, cualquier error aquí es insalvable. Y más cuando te tiras a 260 km/h.

En el punto de inflexión entre la bajada y la subida, mi espalda se comprime contra el asiento y la suspensión se “traga” vorazmente cada uno de los baches en medio de tan brutal apoyo. Uno no se da cuenta de lo bacheado que está el Nordschleife hasta que no rueda en un coche “rápido” de verdad.

Estamos todavía entre bote y rebote cuando Iida frena con decisión, baja dos marchas y abordamos por encima de los pianos las “eses” de “Adenauer Forst” (Bosque de Adenauer). Izquierda, derecha, izquierda, derecha… y nuevo gas a fondo para sortear el rasante de “Metzgesfeld” a más de 220 km/h. Leve frenada en la siguiente izquierda… gas… frenada de nuevo en la siguiente izquierda y encaramos la curva a derecha que inicia el descenso frenético hacia Adenau.

El LFA muestra de nuevo todo su potencial en el paso por curva de “Kallenhard” y los frenos carbono cerámicos detienen el coche con un mordiente sobresaliente en la fuerte frenada de “Wehrseifen”, mientras el piloto japonés juega con el volante y las levas del cambio cada vez que encuentra la mínima zona de aceleración. La pendiente es pronunciada y la instrumentación nos vuelve a marcar velocidades de vértigo, llegando a la frenada de la curva a izquierdas de “Breidscheid” a cerca de 200 km/h.

Los frenos han aguantado la bajada sin desfallecer y un nuevo “tobogán” aparece ante nosotros. La curva a derechas de “Exmühle” nos recuerda a una montaña rusa (impresiona mucho más en vivo que en imágenes) y Akira se vuelve a tirar al vértice antes de lo que hubiera imaginado, como si fuéramos a bordo de un monoplaza en lugar de en un coche de calle. El Lexus mantiene la trayectoria con una precisión ejemplar y el piloto apenas tiene que hacer correcciones sobre el volante, síntoma evidente de que el LFA le deja hacer exactamente lo que quiere.

Nueva zona de aceleración en donde volvemos a superar los 210 km/h, antes de frenar fuerte para abordar la curva a derechas de “Bergwerk” y comenzar el vertiginoso ascenso hacia el “Karussell”. Toda esta zona en subida es rapidísima y el LFA sube velocidad a ritmo de 9.000 vueltas. El coche bota y rebota, la suspensión trabaja al límite, Iida aborda las curvas a fondo y los guardaraíles (pegados al asfalto) nos saludan en cada trazada por encima de 230 km/h. La línea debe ser perfecta, por el sitio, este es otro de los puntos donde no hay cabida al error, mientras el LFA se mantiene imperturbable ante el duro trabajo al que le estamos sometiendo. La emoción es máxima, tanto como la velocidad, que durante la subida ha superado los 250 km/h antes de llegar a “Klostertal”.

Los siguientes virajes los seguimos enlazando a un ritmo de vértigo hasta llegar a una de las curvas más famosas del mundo, el peraltado “Karussell de Caracciola”. Iida se mete al peralte con decisión, atacando el interior sin piedad, y la suspensión vuelve a absorber cada uno de sus numerosos baches con ejemplar eficacia, mientras sentimos en el habitáculo la intensidad de las fuerzas “g” que nos aplastan contra el asiento.

Superado el subidón del “Karussell”, nos metemos en una de las zonas más complicadas del Nordschleife (desde mi punto de vista). La sucesión de curvas es constante, la velocidad es elevada, las referencias son escasas y la pista parece muy estrecha. No obstante, Iida deja claro que él no tiene este problema y guía el LFA con absoluta precisión por donde toca. “Hohe Acht”, “Wippermann”, “Eschbach”, “Brünnchen” y “Eiskurve” son un simple trámite, mientras el LFA “aulla” a máximo régimen, se traga todas las irregularidades de la pista, salta por encima de los pianos y se agarra al asfalto como una ventosa.

De nuevo rodamos a fondo, a cerca de 200 km/h, para frenar justo antes del imponente salto en caída que precede a la técnica doble curva a derechas de “Pflanzgarten I”. Vuelve a salir acelerando, abordamos una nueva izquierda a 170 km/h y nos metemos en la siguiente curva a izquierdas en bajada a casi 200 km/h. Iida “ahueca” levemente el acelerador y sentimos de nuevo como el LFA quiere despegar del suelo. Casi antes de volver a sentir toda la fuerza de la gravedad sobre nuestra espalda, el piloto japonés ya ha puesto de nuevo el “pie en la tabla” y enlaza la siguiente derecha, izquierda, derecha de “Pflanzgarten II” subiendo velocidad… 210… 215… 220… 245 km/h y nueva frenada, sucesión de curvas enlazadas y llegamos hasta la curva a izquierdas de “Schwalbenschwanz”, más conocido como el “segundo Karussell” al tener también un marcado peralte en la parte interior. Akira se tira de nuevo a la zona interior peraltada sin contemplaciones, a más velocidad que en el “Karussell Caracciola” al ser una curva de mayor radio.

Otra vez acelerador a fondo, hasta llegar a la larguísima curva a derechas de “Galgenkopf” a 180 km/h. Dicho giro tiene dos vértices y el Lexus la redondea ganando velocidad, desde 140 km/h hasta su salida a 190 km/h para encarar la entrada en “Dottinger-Höhe”, la recta más larga del Nordschleife, 2 kilómetros y medio de aceleración a fondo. El  LFA va ganando mucha velocidad al iniciar la bajada, 200… 240… 260… 280 km/h… y le cuesta más cuando empezamos la zona de subida. La rápida curva a izquierdas de “Antoniusbuche” parece muy estrechita cuando llegas tan rápido, pero Iida la aborda a tope, con fé, y el LFA copia sus indicaciones con una estabilidad superlativa. De nuevo tanta velocidad nos deja constancia de lo bacheado que está el Nordschleife, mientras seguimos a fondo… 285… 290… 295 km/h… ¡¡Qué subidón!!

Y llegamos a las enlazadas de la chicane de “Hohenrain”, frenando muy fuerte, y exprimiendo a fondo las cualidades del chasis, mientras Iida trabaja sobre el volante, reduce marchas en un suspiro y se sube por encima de los pianos sin decoro, mostrándonos cómo el Lexus LFA “se lo come todo”.

La vuelta ha terminado y ha sido tan increíble de vivir como complicada de contar. Estrecho la mano de Akira, le agradezco la experiencia y le felicito por la puesta a punto que han conseguido en el LFA, una bestia que ha salido, directamente, del exigente trazado del Nürburgring-Nordschleife.


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