La seguridad vial tiene su precio
Siempre he considerado que los nórdicos son “gente inteligente”, que trabajan con destacable ingenio para desarrollar ideas funcionales que hacen más práctico su día a día y más cómodo su estilo de vida. El ejemplo lo tenemos en el éxito de empresas como IKEA o en las ingeniosas soluciones de funcionalidad y habitabilidad que presentan en los vehículos que fabrican.
Todo este “rollo” que me he marcado viene a propósito de que también parecen enormemente concienciados e involucrados en la idea de incrementar y mejorar la seguridad vial de sus ciudadanos, precisamente en unos países en donde las condiciones climatológicas son especialmente extremas y complican enormemente la circulación por carretera.
Y ahí encontramos marcas como Volvo (Suecia), auténtica referencia desde hace varias décadas en el desarrollo de soluciones de seguridad en sus vehículos para mejorar la seguridad activa, la protección de los ocupantes y también la protección de los peatones en caso de atropello.
Semejante manera de pensar hace que también entiendan la importancia de la seguridad vial en su justa medida y lleven muchos años dedicando importantes recursos económicos en estudiar los accidentes de circulación, esforzándose así en entender las causas para tratar de evitarlos (en la medida de lo posible) o minimizar las consecuencias en caso de resultar inevitables.
Así pues, algunos de los mejores estudios sobre seguridad vial nos llegan desde los países nórdicos (Noruega, Suecia y Finlandia) y desvelan que, en la carretera, son muchas las cosas que se pueden hacer para incrementar la seguridad de los usuarios.
Recuerdo que, a principios de los 90, perdí una mañana completa junto a un compañero fotógrafo en recorrer distintos puntos de las carreteras de circunvalación de Madrid (M30 y M40) para realizar un reportaje sobre todas las atrocidades que se podían encontrar en dichas vías rápidas y que atentaban de forma flagrante contra la seguridad de los conductores.
El desencadenante de aquello fue que estaba ya harto de ver cómo todas las semanas se mataba algún conductor “abrazado” contra alguna de las farolas sin protección que había en estas carreteras de circunvalación.
A los correspondientes responsables del momento les debió quemar la conciencia ante aquel despropósito y, solo unos días después, decidieron invertir en seguridad vial parte de los impuestos que pagamos, acordonando con guarda raíles todas aquellas farolas “asesinas” (aunque la medida no fuera muy del gusto de los motoristas).
Me llega ahora la información sobre un “Manual de Medidas de Seguridad Vial” que está escrito por cuatro expertos del Instituto de Economía del Transporte de Noruega (Rune Elvik, Alena Hoye, Truls Vaa y Michael Sorensen) y editado en español por la Fundación Mapfre (a la venta por 65 euros) para profesionales de la seguridad vial, un libro que contiene las 128 medidas que más contribuyen a reducir la siniestralidad en la carretera y que presenta datos realmente relevantes.
Uno de los que más me ha llamado la atención es que, simplemente eliminando 20 de los principales factores de riesgo, se conseguiría reducir nada menos que un 89 por ciento el número de fallecidos en accidente y en un 73 por ciento el número de lesionados. Entre los factores de riesgo más significativos se encuentran la velocidad inadecuada, la deficiente protección de algunos coches en caso de colisión (especialmente los vehículos antiguos), no usar el cinturón de seguridad y los obstáculos que se encuentran sin proteger en los márgenes de la carretera.
Los fabricantes llevan muchos años invirtiendo en ofrecer coches cada vez más seguros (son ya muchos los que obtienen la máxima valoración en las pruebas Euro NCAP) y las carreteras han mejorado de forma notable en nuestro país en las últimas dos décadas, pero todavía hay muchas cosas por hacer y me gustaría pensar como ciudadano que nuestros políticos tratan de emplear los recursos que tienen a su alcance para mejorar nuestra seguridad en caso de accidente.
Medios y dispositivos de seguridad existen, ahora sólo hay que invertir en ellos. Sin embargo, la sensación que tenemos la mayor parte de los conductores es la de “paganinis” y de que su principal interés se centra en ver cómo nos meten mano en el bolsillo más que en la propia seguridad vial en sí. El celo en imponer multas y los medios empleados para lograr su cobro efectivo parecen superar con creces el trabajo realizado por la DGT en mejorar la seguridad de las infraestructuras o en incrementar la deficiente formación de los conductores (la otra gran asignatura pendiente), comenzando por impartir la enseñanza en seguridad vial ya desde la infancia.