El día que conocí a Jean-Pierre Beltoise
La víspera de los Reyes Magos de 2015 nos dejó la triste noticia del fallecimiento de Jean-Pierre Beltoise, uno de los tótems de mi imaginario de héroes de la Fórmula 1. Y su pérdida me ha llevado al recuerdo del día que le conocí.
Para él yo solo sería una más de esas caras borrosas que cualquier piloto ve a través de su visera cuando se acerca, apurando, al final de una recta. Para mí, como para los miles de aficionados que llenábamos la “horquilla” de Bugatti en un Circuito del Jarama lleno a rebosar, Jean-Pierre Beltoise era uno de los gladiadores que pelearon ferozmente por la victoria en el Gran Premio de España de Fórmula 1 de 1970.
El Abuelete del M3 puede presumir de haber visto muchos GP en directo y muchísimos más a través de la pantalla, pero pocos, muy pocos, como aquel 19 de Abril de 1970 en que, tras una salida en tromba, vimos llegar aquella manada de “caballos” desbocados bajando por las “eses” para atacar el pico de la “horquilla” y trepar, acelerando, hasta la técnica curva de “doble radio” de Monza.
Apenas habían pasado los primeros del pelotón, entre ellos Jean-Pierre Beltoise (que había calificado en 4º lugar de parrilla), cuando apareció como un misil blanco el BRM de Jackie Oliver (10º en la salida) e impactó brutalmente contra el Ferrari rojo de Jackie Ickx (7º en parrilla), provocando el incendio de su depósito de gasolina.
No por muy repetida la narración deja de ser, para mí, uno de los momentos más emocionantes vividos desde la grada.
En un tiempo en el que una carrera no se paraba prácticamente ante ningún accidente o circunstancia meteorológica, aquellos pilotos de nombres legendarios y sus bólidos continuaron su cabalgada, sorteando el incendio y los coches allí accidentados (el Ferrari incendiado llegó a cruzar la pista a consecuencia del pronunciado peralte de la curva).
Pero allí estaban, pasando y repasando: Jackie Stewart con March-Ford (campeón del año anterior); Bruce McLaren y Denny Hulme con McLaren-Ford; el ídolo francés que nos acaba de dejar, Jean-Pierre Beltoise, con su Matra azul y blanco (subcampeón el año anterior); Jack Brabham, que había partido desde la “pole” con su Brabham-Ford; Pedro Rodriguez (BRM); Chris Amon (March-Ford); el barbudo Henri Pescarolo (Matra), otra gloria francesa; Mario Andretti (March-Ford); Graham Hill (Lotus-Ford); Johnny Servoz Gavin (March-Ford); Rolf Stommelen (Brabham-Ford) y Jochen Rindt (Lotus-Ford), aquel valiente piloto austriaco que esa misma temporada pagó con su trágica muerte en el circuito de Monza el precio de ser el único campeón de la Fórmula 1 a título póstumo.
Han pasado ya varias décadas y han desaparecido muchos de aquellos nombres de leyenda, a unos se los llevó el tiempo y a otros la tragedia. Aún nos quedan algunos como referencia viva de una época en donde la Fórmula 1 era un deporte de riesgo rayano en la locura.
Ahí están presentes, todavía, Sir Jackie Stewart, Jackie Ickx, Mario Andretti, John Surtees y alguno más cuyo nombre escapa a mi memoria, testigos y protagonistas de una forma de competir que hoy no entenderíamos, todos ellos practicantes de múltiples especialidades automovilísticas después de abandonar la categoría reina.
El mejor momento de Jean-Pierre Beltoise fue, sin duda, aquel 14 de Mayo de 1972 en el que cruzó vencedor la meta del GP de Mónaco, su única victoria en la Fórmula 1. Fue una carrera épica bajo la lluvia, en la que su BRM aventajó en más de 38 segundos al Ferrari de Jackie Ickx (verdadero especialista sobre agua), en una vuelta completa al Lotus-Ford de Emerson Fittipaldi (campeón al final de esa temporada) y nada menos que dos giros completos al Tyrrell-Ford de Jackie Stewart (ya tricampeón del mundo en esas fechas).
No es el suyo un palmarés deslumbrante, aunque esa victoria le convirtió en la esperanza para los franceses de contar, junto con Françoise Cevert, de una pareja de ases del volante carismáticos, en un momento en el que se habían apagado ya otros nombres como Raymond Sommer, Louis Chiron o Maurice Trintignant.
La trágica desaparición de Cevert en el GP de EEUU de 1973 dejó a Beltoise como único representante de relieve hasta la aparición de Patrick Depailler y el cuatro veces campeón mundial, el “Profesor” Alain Prost.
Tras su retirada, al final de la temporada de 1974, Jean-Pierre Beltoise se alineó como piloto de pruebas con Ligier, haciéndolo compatible con participaciones en el Campeonato del Mundo de Resistencia, algo que era habitual en la época.
Cuando se ha participado en algo tan adictivo como es la competición del automóvil, se van quemando etapas. Con la edad se abandonan categorías, pero la llama de la afición permanece encendida y la de Jean-Pierre Beltoise se consumió pilotando coches de turismo (ganó dos veces el Campeonato de Turismos francés con BMW) y de rallycross (Campeón de Francia en 1979).
Las prestaciones ya no serían las mismas pero, bajo su balaclava, se escondería la misma mirada hasta la última carrera, la misma pasión de aquel 19 de Abril de 1970 en que conocí a Jean-Pierre Beltoise.
Descanse en paz, mi héroe.