Esas luces, por favor
Ayer mismo, mientras realizaba un trayecto nocturno de un domingo cualquiera, volví a caer en la cuenta de lo mal que utilizan los conductores las luces de sus coches en líneas generales.
Sin entrar en temas de reglamentación, ni en asuntos más profundos, a la conclusión que llego es que, a una buena parte de los conductores les “faltan luces”. Y digo esto sin ánimo de meterme con el personal, pero creo que hay aspectos de puro sentido común que tampoco hay que ser un “iluminado” para darse cuenta de ellos.
En primer lugar, que las luces que debemos llevar siempre puestas son las de carretera y únicamente pondremos las de cruce cuando exista la posibilidad de deslumbrar a otro vehículo. Si en la conducción hay una máxima universal que es “mira lejos”, con las luces largas podremos siempre ver más lejos y conducir con una mayor seguridad, permitiendo percibir con más facilidad aquello que nos vamos a encontrar más adelante.
El siguiente problema reside en la falta de hábito en el adecuado manejo de las luces, porque también son muchos los que, cuando de repente se les ocurre poner las largas, se van con ellas puestas hasta que otro conductor les avisa con sus ráfagas de padecer deslumbramiento.
Este es uno de los motivos que ha llevado a los fabricantes a desarrollar e introducir en sus modelos el denominado “asistente de luces de carretera”, dispositivo que no hace otra cosa que conectar de forma automática las luces largas en todo momento y seleccionar las cortas sólo cuando nos cruzamos o alcanzamos otro vehículo al que podemos deslumbrar. Algunos, como Volkswagen, han dado un nuevo paso hacia delante en esta tecnología con el “Asistente dinámico de luces”.
Contaré, como anécdota, que recuerdo una rotonda situada en la madrileña localidad de Alcobendas en la cual todos los días había alguien que pasaba por en medio. Estaba situada al final de una larga recta sin iluminación y, aunque estaba convenientemente señalizada, todas las noches se la saltaban un par de veces. Como dudo que haya personal que le guste practicar “todo terreno” en las rotondas, la explicación la tengo clara: simplemente se la «comían» porque no la veían. Con luces largas otra solución hubieran encontrado.
En segundo lugar, esos antiniebla, por favor. Tenemos dos casos, los que no se acuerdan de poner las luces antiniebla aunque no se vean ni la nariz, y los que ya están poniendo los faros y las luces antiniebla en cuanto hay una mínima bruma imperceptible. De nuevo, el sentido común reinante parece el menos común de los sentidos. Si las luces de los coches que llevamos delante las podemos ver con suficiente facilidad a una distancia adecuada, yo pregunto, ¿para qué vamos a ir deslumbrando a los que llevamos detrás con nuestras luces antiniebla?
Y, en tercer lugar, ponga las luces para ser visto, por favor. Son muchos los coches que, en días lluviosos o en los momentos del atardecer, se ven mal por no llevar las luces de cruce encendidas. Sólo hace falta “mirar lejos” para darse cuenta de la visibilidad que percibimos del resto de coches que circulan por la carretera y conectar nuestras luces si ésta resulta escasa, en mayor medida si nuestro coche es de color oscuro. También es muy recomendable conectarlas cuando rodamos por carreteras arboladas, en donde se puedan dar situaciones de claros y sombras que dificultan la visibilidad. Afortunadamente, la aparición de luces de conducción diurna en los coches modernos soluciona de raíz este problema.
Al final, son unos simples hábitos que resulta muy fácil llevar a la práctica e incrementan de forma evidente nuestra propia seguridad y la del resto de los conductores. Sólo requieren un poquito de atención e interés por hacer bien las cosas, algo de vital importancia cuando nos ponemos al volante.