La política de prohibir es más fácil que regular
En estas fechas navideñas, Madrid ha sufrido restricciones en la circulación de vehículos por el alto nivel de contaminación alcanzado (por primera vez en la historia). Durante el día 29 de diciembre solo han podido circular por el núcleo de la capital los vehículos con matrícula impar y durante el 30 de diciembre los vehículos con matrícula par (así sucesivamente hasta que bajaran los valores de contaminación registrados).
Llegados a este escenario, pienso como ser humano que nos estamos cargando cada vez más el entorno en el que nos movemos y debemos contribuir a cuidar nuestro medio ambiente. Pero, como ciudadano que estoy asfixiado por el nivel impositivo que soporta el sector del automóvil (seguro que muchos son los que piensan como yo), no puedo entender ni admitir que los políticos que nos gobiernan permitan que lleguemos a esta situación tan absurda.
Que yo sepa, nadie me va a devolver la parte correspondiente del impuesto de circulación que ya he pagado (como cada año), ni el transporte público ha mejorado lo más mínimo para ser capaz de competir contra mi coche particular a la hora de desplazarme de un lado a otro (lujo por el que ya pagamos bien caro).
En el último año no he visto que se esté trabajando en nuevos aparcamientos disuasorios, ni que el tren haya llegado a la zona donde vivo. Y el autobús se come los mismos atascos que me como yo en mi coche (en el que llevo a los acompañantes que quiero, regulo la temperatura que me da la gana, escucho la emisora de radio que me apetece, no voy parando cada 300 metros para recoger a nadie, ni tengo que realizar trasbordos).
Así que, la solución más fácil, ha sido hacer lo mismo que hacen siempre, ¡PROHIBIR!
Porque prohibir es muchísimo más fácil que regular y que trabajar por mejorar las infraestructuras y facilitarle la vida a los ciudadanos (ya lo hicieron prohibiéndonos circular por los caminos). Esos ciudadanos que son unos insensatos y que salen todos al mismo tiempo con sus coches para llenar el cielo de humo negro con esos trastos que deberían cambiar por el transporte público o por un coche eléctrico (ya me gustaría comprarme un Tesla S) o un vehículo híbrido (un Ferrari LaFerrari me gustaría todavía más). Permitirme esta licencia, con sentido del humor (ya sé que hay alternativas más asequibles, pero no todo el mundo es capaz de acceder a ellas).
Esos ciudadanos que son los “paganini” de los coches oficiales que sí están autorizados a utilizar con desparramo los políticos que nos gobiernan y que se suelen pasar por la entrepierna el bienestar de los contribuyentes.
Medidas como limitar la circulación a 70 km/h en donde se puede circular a 90 km/h (supuestamente para reducir la contaminación) parecen del todo absurdas (lo he podido comprobar esta misma mañana), pues algunos coches requieren circular con una marcha más corta para ser capaces de moverse a esa velocidad sin ir dando tirones (en las marchas más cortas se consume más).
Y con eso del control de la velocidad (para no contaminar), nos colocan unos radares “cojonudos” y muy bien afinados para sacar tajada a la situación y recaudar unos eurillos más en concepto de aguinaldo (qué bien se camuflan encima de algunos puentes madrileños).
Eso sí, entre los responsables de todos nuestros males de ciudadano, nadie se ha dado cuenta de que, lo que más contamina, son los coches parados en los atascos y el momento en el que arrancan, así que nadie se ha puesto a trabajar en la gestión inteligente del tráfico para evitarlos en la medida de lo posible (en otros países han invertido en este tipo de dispositivos e infraestructura para dar fluidez al tráfico en los semáforos y reducir la contaminación).
Cuántas veces te has tenido que parar en un semáforo rojo en el que no ha cruzado ningún peatón ni ha cruzado ningún otro vehículo (es decir, una parada completamente absurda y evitable con la tecnología actual existente). Me cuesta creer que “nadie se ha dado cuenta” pero, para qué trabajar en ello si se puede prohibir, que es mucho más fácil. Y ya, si eso, el ciudadano que se apriete en el metro o, coño, que se joda, que yo voy en coche oficial, para eso soy político y les pongo los impuestos que me sale de los “güew”, incluido el impuesto de circulación para que no puedan circular o la regulación del estacionamiento vigilado, para que también tengan que pagar por aparcar en la calle (todo lo que es de pago sí se regula con eficacia).
Escuchar que en otras ciudades europeas están aplicando medidas similares no es más que una confirmación de que los políticos, cada vez más, son unos profesionales mediocres (voy a ser suave con la descripción) e incapaces de encontrar soluciones, más allá de prohibir, cobrar y joder al contribuyente.