Bahréin y el regreso de las burbujas de Red Bull

Con Vettel de nuevo en lo más alto del pódium, hemos visto al rey de unas burbujas Red Bull “que dan alas” agitar sin mucho éxito ese botellón espumoso y con burbujas que sustituye, al menos en público, al champán prohibido en esos pagos del Golfo. Ello me lleva a pensar que no todas las burbujas son iguales, en un fin de semana realmente removido si no  agitado a lo 007.

Para hacer posible la disputa de la cuarta prueba del campeonato 2012 de Fórmula 1, el gobierno de este Emirato de Bahréin se ha visto obligado a crear una gigantesca burbuja anti-agitadores que lo aislara del clamor de las protestas que el año anterior habían conseguido su anulación.

Unos minutos antes de la salida, el piloto del gigantesco Airbus que sobrevuela el circuito  de Sakhir mira desconfiado el altímetro. A esa distancia y elevación, debería ser capaz de distinguir la fisonomía de todos los espectadores, uno a uno. Cosa extraña, pero donde no hay nadie no busques más que vacío.

Aparte, el voluminoso fajo de billetes que un indiscreto plano de televisión ha mostrado en las ávidas manos de ese moderno “Tío Gilito” de Disney en que se ha convertido Bernie Ecclestone. El precio más visible que ha debido pagar el régimen de Bahrein ha sido el de un circuito  prácticamente vacío en el que, el rugido de los motores, rebotaba ensordecedor como una voz sobrenatural que clamara en el desierto.

Puede que alguien, a la vista de los resultados de las tres primeras carreras del año, pudiera pensar que a los Red Bull se les hubiera desvanecido la fuerza de esas burbujas que tan sabiamente habían conseguido convertir en “efecto suelo”, una garra que, a través del milagro de los escapes sopladores, les impulsara hacia el triunfo los dos años anteriores. Quien lo pensara, se habrá dado cuenta que,  aunque parecían no estar, estaban.

Las dos primeras filas de la parrilla mostraban un mosaico en el que aparecían intercalados  los Red Bull de Vettel y Webber (1º y 3º) con los McLaren de Hamilton y Button (2º y 4º). A continuación, el Mercedes de Rosberg, el Toro Rosso pilotado por De Ricciardo y el Lotus de Grosjean , todos ellos en poco más de cinco décimas de segundo. En Ferrari se tenían que conformar con un noveno puesto para Alonso, haciendo malabares mentales y tácticos para buscar ese hueco imposible que su castrado monoplaza no le facilita los sábados.

Por distintas razones, en esta parrilla de salida encontramos a Massa, Räikkönen y Schumacher mezclados con el resto, lejos de los lugares que, por su palmarés, debiera corresponderles. Pero la realidad de esta temporada es la que es. Hoy estás hundido… mañana en la cumbre… y no pasa nada, de momento.

Con el semáforo en verde, Vettel sale hacia donde solía, una carrera en la que su Red Bull parecía el nuevo AVE camino de La Meca y los demás, respetuosos en su impotencia, detrás. Eso es lo que le gusta, aunque este año no está siendo tan fácil.

Tiene tras de sí una jauría montada en “Sables y Flechas de Plata”, gente aguerrida como Fernando Alonso, que cabalga en el “caballo del malo” con el arma entre los dientes y, por si faltaba alguien, Räikkönen surgido del frío, mas fogoso que nunca, y Grosjean, una esperanza madura soñando en lo más alto al son de la “Marsellesa”.

En Bahréin todo le ha salido bien a Vettel y así ha podido sumar un primer pleno de 25 puntos a los escasos 28 que había logrado en las tres carreras anteriores, mientras le duró el despiste a Adrian Newey. No hay que descartar que la inspiración haya vuelto y, lo que hasta hoy ha sido alternancia, el “genio de las burbujas” nos lo chafe, haciéndolo otra vez costumbre.

Pero también es posible que todo le haya salido a pedir de boca gracias a que los Pirelli son como los bombones de la madre de ”Forrest Gump”, que nunca sabes lo que te puede tocar. Será poco científico, pero esas gomas fabricadas artesanalmente y aparentemente iguales, encierran sorpresas evidentes: lo mismo te toca un juego “doble cacao de Suchard” y haces toda la carrera a una sola parada como te colocan los de “Chocolates Valor” y los gastas antes de salir de boxes.

Súmale a ello que, por detrás, la pelea entre los otros gallos del corral ha estado de lo más divertida, incluida la doble metedura de pata del “Tuercas”, ese simpático cabroncete que se divierte metiéndose de incógnito en los equipos. Hace años en el Renault de Alonso, hoy en McLaren (dos veces ha frenado a Hamilton con su destreza), la semana pasada en Mercedes (arruinando la carrera de Schumacher) y, otro día, cualquiera sabe dónde la liará.

Sea lo que fuere la causa del tremendo baile de posiciones que hemos visto a lo largo de las 57 vueltas al circuito de Sakhir, lo cierto es que Vettel ha regresado y nos ha mostrado ese dedito «insolente» del año pasado. Räikkönen segundo, saliendo desde el centro del pelotón, ha estado a 3”333 de retorcérselo, mientras que Grosjean ha subido al tercer peldaño del podio y, en su alegría, también ha intentado bañar a sus compañeros con las imposibles burbujas sin alcohol. Webber, Rosberg, Di Resta, Alonso, Hamilton, Massa y Schumacher han rebañado los pocos puntos restantes, ya a distancias casi siderales.

Terminada la carrera hemos escuchado a un Alonso casi contento, vivo después de cuatro carreras dando lo que tenía (y algo más) para que los daños no fueran irreversibles. Ya sabemos que abundan quienes le consideran de todo menos bonito, pero estoy seguro que son gente que no conocen lo que hay realmente tras sus palabras y sus silencios.

Es algo que posiblemente ha penetrado en lo más íntimo del alma de la escudería Ferrari y él lo está sufriendo. Algo relacionado con el llamado “Principio de Peter”, pero esa ya es otra historia.