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¿Fantástico?

Escrito por: Juan Francisco Calero - 12 septiembre 2012

Esta semana es la semana fantástica. Y no sólo porque así lo digan los famosos grandes almacenes patrios.

En la Fórmula Uno, tras un fin de semana casi perfecto, Lewis Hamilton recibe desde la radio los parabienes de sus mentores:

– Fantastic Lewis, it was a fantastic race. Well done, the whole weekend, Fan-tas-tic.

Todavía dando la vuelta de honor en su monoplaza, Luis replica, prácticamente calcando las expresiones de los jefes, pero desde su lado.

– Thank you guys, it was a fantastic race, perfect car and planning, fantastic job! Fan-tas-tic.*

Más adelante, en la rueda de prensa, ya algo más descansado y sereno, en un alarde de creatividad, Lewis apostilla feliz:

Ganar aquí ha sido fantástico, tenéis al mejor público. Me alegro muchísimo por el equipo, ha sido un día fantástico«.

Sergio Pérez, compañero de Kobayashi, que en la carrera anterior declarara que fue fantástico” estar en primera línea, recibe la felicitación de Niki Lauda, que le pregunta:

– ¿Qué piensas de tu fantástica carrera? (qué gran pregunta, seguro que Pérez pensaba que su carrera fantástica fue una mierda).

Alonso por su parte, más jovial que de costumbre, consciente de su excelente remontada y del pinchazo de todos sus rivales, a excepción de Luis, remabata:

-… y subir al podio es algo muy especial: conducir uno de sus coches rojos es distinto, porque los tifosi son fantásticos

 

Sí señor. La Fórmula Uno se ha convertido en una competición donde todo está parametrizado y medido al milímetro. Nada se deja al azar, tampoco los pilotos y sus declaraciones públicas, asesorados –perseguidos, más bien- por sus respectivos responsables de prensa, sueltan una retahíla de lugares comunes, vaguedades, inconcreciones y sobre todo tópicos que lo hacen insulso y aburrido a más no poder, salvo contadas  excepciones. A base de perfeccionarse y progresar esto se ha convertido en algo sin alma, sin personalidad, insulso y falso como un decorado de cartón piedra.

Sí, cascarrabias, pero este año está siendo muy emocionante y hay mucha igualdad y blablabla, me replicarán con toda la razón. Pero no hay alma.

Parafraseando a un amigo, la F1 es como un parque de atracciones, donde uno sonríe pero no es feliz. Hasta tal punto llega la programación mental que se acaba cayendo en la desidia y la dejadez. Fantástico.

¿Fantástico? Déjame que te cuente algo.

Estos días de reposo he tenido la ocasión, por fin, de ver completo el documental sobre Senna. La primera vez me sucedió que me lo puse y lo quité sobre los 8 minutos. Me pareció un panegírico insoportable e indigno de interés alguno, por ese motivo.

Pero no hace mucho me di una segunda oportunidad, confieso que con la única atención de aprender ciertas técnicas  audiovisuales del género y sin mayor ilusión por su contenido (aunque se había llevado el primer premio en Sundance). Y qué bien hice. Los primeros 10 minutos son lo peor, con diferencia, y eso sólo se sabe si se ve entero.

El documental es muy valioso como pieza testimonial de un pedazo decisivo, quizá el más importante de la historia de la Fórmula Uno –hago aquí un pis en el gigantesco muro de la cátedra de historia de la F1 del Abuelete, usted disculpe-  Los autores, con gran fortuna, consiguieron los derechos para que la F1 y la FIA les permitiera utilizar gran material de archivo así, en crudo, en bruto, al grano, sin recreaciones insulsas o largas entrevistas. Un material y derechos por el que otros, incluido el mismísimo Oliver Stone con Banderas como actor, habían pugnado anteriormente. Todo el peso recae en imágenes de archivo, las declaraciones de Senna y su entorno y rivales, y un grupo selecto de narradores presentes, entre los que se encuentran Ron Dennis o Alain Prost, que llenan con gran inteligencia, sentido del respeto y la épica el contenido de ese documento.

Lo que más sobrecoge es la facilidad que tenían las cámaras, en aquellos finales de los 70 e inicios de los 80, para meterse en todas partes. Para hacer entrevistas conjuntas Senna/Prost, antes de la guerra a muerte. Para escuchar lo que hablaban Senna y Dennis. Para meterse (inenarrable) en los briefings de pilotos, con ese personaje que haría palidecer al mismísimo El Padrino como presidente de la FIA, como el Doctor que trata como un padre a Ayrton,  para captar las discusiones, anhelos, disputas… la Fórmula Uno de entonces parecía una manada de hombres salvajes capaces de matarse a coces por ganar. Un combate de boxeo, en lugar del palacio de cristal blindado, como los bancos, que tenemos hoy, lleno de hipersensibles programados como robots para hiperventilar ante la mínima contrariedad.

Es posible que entonces también fueran así de caprichosos y de políticos. La diferencia estriba, entre otras muchas cosas, en que antes iban de cara. Ni más ni menos.

No sólo la excepcionalidad documental del material recogido me llama la atención. También me la llama la personalidad, la inteligencia, incluso el porte físico de los protagonistas, con Prost y Senna en los puestos de actores principales. Aquello era una guerra psicológica y un duelo de espadachines verbales y volantistas que pocas veces ha tenido parangón en el mundo del deporte.

En ese lapso desde su irrupción en la F1 hasta su muerte, está condensado el salto de la F1 a la gloria y la ultraprofesionalización, también a las medidas de seguridad extremas para los pilotos, pero sobre todo al negocio global que es hoy en día, donde millones de personas siguen con pasión un grupo de bólidos que a duras penas pueden adelantarse salvo cuando hay anomalías y cachivaches tecnológicos de por medio. Senna, además de ser dios en vida, le dio a la F1 con su muerte, inesperadamente, el empujón definitivo para hacerla crecer hasta el infinito. Por aquel desgraciado tiempo ya le iba molestando un tal Schumacher a bordo de un Bennetton, del que decía que llevaba las ayudas electrónicas, prohibidas ese año, escondidas. Senna, que siempre rehuyó de la política, como él decía, entendió que para ser campeón de F1 a veces había que usar la política, y mentir y molestar si era necesario para ganar. ¿Nos suena?

Llámenme rancio. Pero aquello, en su glorioso desorden y falta de profesionalidad, era la vida pura, la competición, la lucha sin cuartel, la injusticia flagrante, el levantarse después de que te pisoteen con dignidad… la vida, lo de hoy, lo de hoy es un sucedáneo de aquello. Lo cojonudo contra lo fantástico. La felicidad contra la mueca comedida. La ira contra el pataleo. Para muestra, un botón de 20 minutos, quizá los 20 minutos mejores de la película: El contexto, Suzuka. Un año después de que Prost se llevara por delante a Senna y se neutralizaran ambos, quedando así campeón el francés. De nuevo última carrera, de nuevo si los dos se iban fuera uno de ellos ganaba. En este caso, Ayrton.

Les dejo el enlace aquí, ya que no se permite la inserción. Subtítulos en castellano

PD: Vaya por delante que estoy en contra de las descargas ilegales y la piratería. En este caso, el documental ha terminado su ciclo comercial, y está colgado en Youtube desde hace tiempo; sus mentores han dado autorización implícita a su divulgación, ya que de lo contrario hubiera durado colgado en un sitio público menos que un brote de marihuana a la puerta de un instituto. El que quiera verlo entero, siguiendo este enlace, lo tendrá muy fácil.

*Me he inventado las conversaciones por radio, sí. Pero da igual. Siempre son las mismas, y no me alejo tanto de la literalidad. Y en ellas podemos incluir también las de Red Bull.

 

  • 3 comentarios

    • El Abuelete del M3 dijo:

      Empezando por la meada en el muro del «Abuelete», ya pasaron (a.D.g.)los tiempos en que estaba penado con multa de 5 pesetas (de las de entonces)por hacer aguas menores, por hacer otras mayores (cagarse) podían condenarte a trabajos forzosos. Por mi parte, si la próstata te lo pide tan joven, puedes echarte las meadas que necesites, yo a mis años lo hago en lugares que te sorprenderían, jejeje…
      Respecto a Semanas Fantásticas, también sé algo por razones que explico en mi perfil del «Feibú» y es verdad que a fuerza de repetirlas,el adjetivo Fantástico/ca se ha puesto de moda, al menos en la F-1 y vá sustituyendo al «espectacular» de estos últimos 8 ó 10 años. Que le vamos hacer, gilipolleces del vocabulario.
      En cuanto a la pureza salvaje de la contienda que se libró durante la «Década mágica» (Paco Costas dixit)es evidente que existe un antes y un después de la desaparición de Ayrton Senna.Pero es que ningún deporte, ninguna pasión puede soportar impertérrita la sangría de aquella Fórmula 1.
      Hemos perdido emoción (morbo)pero hemos ganado tranquilidad de conciencia.De no haberse actuado así,¿cuantos faltarían en la parrilla?.Quizás ahora la Fórmula 1 no tenga el mismo sabor, eso le ha pasado también al jamón desde que se corta a máquina y a cierta clase de almejas desde que existe el bidét y se murió «Paquito». Pero es lógico en un mundo encelofanado, políticamente correcto, de Semanas Fantásticas y meadas a pie de muro.

    • Juan Francisco Calero dijo:

      Chapó Sr. Abuelete, no puedo estar más de acuerdo con lo que Vd. dice y con cómo lo dice :-); aunque me rebele, y aunque los viscerales estemos cada vez peor vistos en este mundo donde uno es sospechoso hasta por respirar fuerte.

      Visitaré su tapia de vez en cuando, no le quepa duda.

    • Juan Francisco Calero dijo:

      Casualmente, ayer por la noche se anunciaba la muerte de Sid Watkins, el doctor jefe de la F1 durante muchos años, narrador y protagonista de excepción de la película a la que hago referencia en la entrada. En el guión de la F1 de aquellos años había buenos, malos, rebeldes, secundarios y un doctor bonachón que trataba por todos los medios de que sus chicos no se hirieran. Los trataba de forma amigable y paternalista, a la vez que respetuosa. Tranquilo, flemático, discreto y profundamente bondadoso.

      Él, que era amigo personal de Senna, no pudo hacer nada para devolverlo a la vida. Neurocirujano, el piloto brasileño se murió sus brazos sin que el Doctor pudiera hacer nada frente a aquella maldita y caprichosa barra de acero. Pero fue clave en la salvación de la vida de muchos otros pilotos, entre ellos Häkkinen o Rubens Barrichello.

      fue figura clave en la transición hacia la seguridad como máxima premisa en la F1 actual, después de que la muerte de Ratzenberg y Senna en 1994. Se ha muerto un trozo vital de la historia de la F1. Descanse en paz.