Alianzas para el progreso del automóvil
Desde aquellos primeros coches fabricados a finales del siglo XIX hasta nuestros días, el sector del automóvil ha cambiado de forma radical. La primera gran revolución la marcó Henry Ford en 1908 con la implantación de la producción en cadena del Ford T. A partir de ese momento, los procesos de producción han experimentado una evolución casi inimaginable para poder fabricar mejor, más rápido y a menor precio.
El mayor nivel de exigencia de los compradores y el incremento de la competencia han obligado a los fabricantes de automóviles a aunar fuerzas para poder realizar productos globales que puedan vender en todos los mercados del mundo. También a compartir tecnología que les permita abaratar los ingentes costes en desarrollo.
Así pues, las alianzas entre las marcas de coches han sido el factor clave que han marcado su camino hacia el progreso, sin las cuales muchas de ellas hubieran ya desaparecido.
Es tal el movimiento que hay en el sector que yo ya me perdí hace tres pueblos. Los grandes grupos compran marcas y las venden con una agilidad de vértigo y firman acuerdos puntuales con otros fabricantes de la competencia que les permitan compartir productos, conocimientos (“know how”), procesos de fabricación y tecnología en varios de sus modelos. Unir esfuerzos y estrategias se ha convertido en el único modo de poder competir en precio y calidad de producto en este mundo cada vez más globalizado.
Este es el motivo por el cual, en la última década, hemos visto MINI con motor Toyota, Chrysler con motor Mercedes, Lancia con carrocería Chrysler, Suzuki con motor Peugeot, Peugeot con motor BMW, Toyota con motor Subaru, Nissan con motores Renault, Citroën con mecánica Mitsubishi, Jaguar con motor Ford, Maserati con propulsores Ferrari, Seat con tecnología Volkswagen, Audi con motor Lamborghini,…
Además, asistimos a la fabricación del mismo coche comercializado por varias marcas, con apenas retoques en ciertos detalles de su diseño exterior y en los revestimientos del interior, acuerdo que permite compartir gastos en el desarrollo pero también reparte el pastel de ventas del mismo producto. Es el ejemplo de los deportivos Toyota GT86 y Subaru BRZ, de los todo camino Citroën C4 Aircross, Mitsubishi ASX y Peugeot 4008 o de las berlinas Lancia Thema y Chrysler 300 M (en Europa, algunos de los modelos de Chrysler se comercializan ahora con el emblema de Lancia).
También se emplea dicha estrategia entre varias marcas de un mismo grupo, como puede ser el caso de los utilitarios Volkswagen Up, Seal Mii y Skoda Citigo o también de los súper deportivos Audi R8 y Lamborghini Gallardo (todos ellos marcas del Grupo Volkswagen).
La última alianza viene de la mano del Grupo Renault-Nissan y Daimler (Mercedes-Benz, Smart y Maybach), que han firmado un acuerdo para desarrollar conjuntamente una familia de motores de cuatro cilindros en línea, con inyección directa de gasolina y turboalimentados, que compartirán en sus vehículos a partir del año 2016. Además de dichos motores, Daimler encabezará el desarrollo de una nueva caja de cambios que también será utilizada en algunos modelos de Nissan e Infiniti.
El proyecto de colaboración continúa en el trabajo de propulsores alimentados mediante pila de combustible y en el desarrollo de baterías y motores eléctricos que podrán utilizar en sus vehículos pequeños.
Seguro que no pasará mucho tiempo para que conozcamos nuevas alianzas y colaboraciones entre fabricantes del sector de la automoción. De ellas depende el futuro progreso y el progreso del futuro.