El Porsche rojo que llegó por Navidad

17 de diciembre, lunes.

Todo había comenzado el lunes anterior, era el día de la semana que él se pasaba por el estanco, habilitado también como administración de Apuestas del Estado, donde hacía las suyas, una por categoría: Euromillón, Primitiva, Gordo de la Primitiva, Bonoloto y ahora, cercana la Navidad, en un par de ocasiones, algún décimo de la Lotería Nacional, esa en la  que, o inviertes mucho, o lo que te toca no te saca del apuro.

Alguna vez, en tono jocoso les preguntaba a sus amigos del estanco si rifaban un par de pollos o una cesta con turrones y jamón de bellota incluido, para comprar también una papeleta. En tiempo de crisis se juega a todo.

Desde que, hacía varios meses, la suerte le sonrió con 1.018 €, cada vez que la agradable dependienta introducía uno de sus boletos en el lector para comprobar si tenía premio, él miraba con un puntito de ansiosa esperanza. Cuando aparecía en el visor la respuesta habitual, “boleto no premiado”, tampoco se lo tomaba a mal. Quizás la próxima semana.

Aquel lunes, lo que apareció en el visor fue una cifra con muchos dígitos, exactamente, siete enteros con dos decimales. Su importe exacto: 9.817.434,25 €. Parpadeó un par de veces y allí seguía la cifra. Miró a la dependienta, ella le miró a él y le hizo una seña para que le acompañara hasta la trastienda del establecimiento.

Un poco aturdido la siguió y allí, al calorcito de un radiador encendido, le informó que era cierto, había sido agraciado con la cifra que reflejaba el visor y le devolvió, autentificado con un sello, el boleto premiado. Por primera vez reparó en que el Gordo de la Primitiva le había tocado.