Tras obtener su segundo título de Campeón del Mundo de Fórmula 1, “El Chueco” Fangio es ya más que un héroe nacional en su Argentina natal y pasea la bandera del país durante el primer Gran Premio de la temporada 1955. Más allá de su capacidad, el circuito de Buenos Aires está atestado por una muchedumbre de admiradores para los cuales Fangio es casi un dios. Es enero, el verano austral está en su apogeo y su ídolo está dispuesto a escribir nuevas páginas de gloria a lomos del mejor bólido del momento, el Mercedes W196. Junto a él, su nuevo compañero de equipo, Stirling Moss, pilotaba por primera vez para la factoría alemana.
Hacía mucho calor cuando los mecánicos de Mercedes empujaban “las Flechas de plata” hasta sus puntos de salida, con una temperatura en la pista que alcanzaba los 51 grados centígrados. Fangio fue el único piloto que aguantó más de tres horas dentro del coche y, a consecuencia de ello, acabó con unas grandes quemaduras en las piernas, causadas por el contacto con el chasis. En el resto de los coches participaban varios pilotos que se turnaron a lo largo de la carrera.
Causa extrañeza que la fábrica germana, que había conseguido situar al Mercedes W196 como una referencia de vanguardia respecto a sus rivales, aplicando en sus motores soluciones procedentes de la aeronáutica, como las válvulas desmodrómicas y la inyección de combustible que, en su compleja sencillez, aumentaban el rendimiento del motor del famoso caza de la Luftwaffe “ Messerschmitt Bf-109”, no previeran proteger de forma más efectiva la integridad física de sus pilotos de carreras, convirtiendo el interior de sus bólidos en una sala de tortura que su plateado aspecto exterior parecía desmentir. “Solo pensaba en la nieve fría”, comentó el argentino al terminar la carrera.
Ganó Fangio, pero los médicos tuvieron que sacar del coche al piloto vencedor y administrarle suero. Tardó tres meses en recuperarse. Según relata su compañero del equipo Mercedes, Stirling Moss (cuarto clasificado), “medio asfixiado por tanto entusiasmo y con dolorosas quemaduras producidas por los tubos de la carrocería, al apoyar las piernas en ellos como único medio de sujeción en las curvas más cerradas, Fangio logró subir a la tribuna donde entregaban los trofeos ganados, abriéndose paso en medio de un público enloquecido”.
Fue el comienzo de una exitosa temporada en la cual Fangio alcanzó nuevas victorias en los Grandes Premios de Bélgica (Spa-Francorchamps), Holanda (Zandvoort) e Italia (Monza), proclamándose por tercera vez Campeón del Mundo de Fórmula 1 al volante del Mercedes W196.