A pesar de lograr su cuarta corona mundial con Ferrari en 1956, las desavenencias entre Fangio y Enzo Ferrari llevan al piloto argentino a tomar la decisión de abandonar la escudería del “cavallino”, fichando de nuevo para Maserati en el siguiente año.
De esta manera, al volante de un elegante Maserati 250 F, y tras vencer en la prueba inaugural de la temporada 1957 (el G.P. de Argentina), “El Chueco” llega a Monte Carlo el 19 de mayo. El Gran Premio de Mónaco fue la primera de las tres victorias obtenidas por Fangio en Europa en aquella temporada, peleando con Stirling Moss, que ahora conduce un Vanwall, un bólido construido en Gran Bretaña y que llega a liderar la carrera. También compiten el caballeroso Collins, Hawthorn, Shelby, Trintignant y Jack Brabham, entre otros. La lucha es emocionante y están enzarzados en una pelea en la que Moss, Collins y Hawthorn se llevan la peor parte, al colisionar entre ellos y estar a punto los dos Ferrari de despeñarse a las aguas del puerto.
En este Gran Premio se le atribuye a Fangio una anécdota que muestra en toda su intensidad la capacidad de reacción y “sexto sentido” de El Maestro. Cuentan que el argentino, durante las tres primeras vueltas, mientras perseguía a Moss y a Collins, al encarar la recta larga veía en la tribuna un plano de rostros sonrosados que esperaban su paso. En la cuarta vuelta, aquel plano se había oscurecido, los rostros de los espectadores ya no le esperaban a él, buscaban con un giro de su cabeza lo que acababa de ocurrir unos metros por delante. Se puede decir que Fangio, en aquel panorama de nucas expectantes “lo vio negro” y su despierta mente dedujo que algo muy grave debía haber ocurrido para que se produjera aquel cambio de aparente desprecio a su aparición.
En consecuencia, aplica los frenos y consigue pasar, sorteando los obstáculos del lugar donde Moss y Collins habían arrasado unas ridículas protecciones (construidas a base de sacos terreros) y unos postes de madera colocados en horizontal, que parecían más pensados para ensartar algún participante que para evitar algún peligro.
Tony Brooks, que le sigue, calca su maniobra. Sin embargo, Hawthorn, que viene detrás, no puede evitar golpear a Collins. En pleno desparrame, el resto de los participantes se tienen que parar en la zona bloqueada y ello proporciona una ventaja insalvable a los que han conseguido superar los obstáculos.
Fangio, a pesar de haber perdido la segunda velocidad en su Maserati, conduciendo como solo él sabía hacerlo cuando las circunstancias lo exigían, marcha con un amplio margen sobre su inmediato perseguidor (Tony Brooks) y pasa la bandera de cuadros con 25 segundos de ventaja. Solamente seis coches alcanzan la meta, separados algunos de ellos por varias vueltas.
En Maserati han visto como Fangio ha triunfado sobre un bólido que tiene ya tres años de antigüedad. Pocos meses después, de nuevo en Nurbürgring, el piloto de Balcarce escribiría la página más brillante de su palmarés, conquistando su quinto y último título mundial a la edad de 46 años, tras ganar en los Grandes Premios de Argentina, Mónaco, Francia y Alemania.