Según nos vamos adentrando en esta especie de Pequeña Gran Historia de la Fórmula 1 moderna me doy cuenta de la injusticia que cometeríamos si no hiciéramos referencia a cuatro pilotos que no alcanzaron a participar de forma oficial en la Fórmula Uno (reinventada en 1950) y que, sin embargo, fueron los auténticos precursores de ella.
Aunque no fuera hasta el Gran Premio de Inglaterra, celebrado en Silverstone en 1950, cuando quedara establecida oficialmente su fecha de nacimiento, debemos conocer que su germen estaba inscrito en el mismo momento en que, varios caballeros rivales, alinearon sus coches ante una línea de partida y se lanzaron tras la primera victoria.
Ya en 1903, apenas comenzado el siglo XX, se disputaron desafíos abiertos sobre distancias tan enormes para la época como la carrera “Paris-Madrid”. Aquello no era aún Fórmula Uno (se podría denominar más bien rally, raid o cualquier otro nombre) pero, en definitiva, evidenciaba el instinto del hombre de vencer al hombre y hacerlo a la mayor velocidad posible.
Podríamos remontarnos a las carreras de cuadrigas del Imperio Romano y la única diferencia estaría marcada por el tipo de tracción de los vehículos participantes. La pasión resultaría ser la misma.
Por todo ello, relataremos siquiera brevemente alguna de sus peripecias vitales, en el caso de los pilotos, y haremos también referencia al derroche de creatividad e ingenio tecnológico, inversión de capital, talento y esfuerzo que hubieron de afrontar quienes construyeron para ellos tan veloces y maravillosas máquinas.
Esta conjunción de hombres y máquinas que ya, antes de comenzar la década de los 30 y muy particularmente al final de la misma, arrastraron a los circuitos millones de espectadores, asombrados ante aquel despliegue de valentía sin límites, prestaciones inusitadas para los medios de la época y un mucho de locura y rivalidad nacionalista.
Lamentablemente, el mundo, contagiado de esa misma locura, se rompió en pedazos y la Segunda Guerra Mundial estalló el 1º de Septiembre de 1939, provocando la mayor catástrofe de la Historia, afectando de una forma dramática todos los órdenes de la vida de los ciudadanos y también a aquellos a los que hoy vamos a dedicar este espacio. Porque, sin ellos, la Fórmula 1 moderna, no habría existido.
La vida de estos personajes estuvo durante aquellos años tan ligada dentro y fuera de los circuitos que es casi imposible separarlos, si bien fue el destino el que se tomó esta tarea en forma de dramáticos accidentes.
Comenzamos así nuestro “pequeño gran homenaje” a Tazio Nuvolari, Achille Varzi, Bernd Rosemeyer y Rudolf Caracciola, cuatro pilotos legendarios para los Grand Prix de leyenda.
Imposible establecer cual de aquellos ases fue el mejor piloto. Todos ellos fueron grandes y, si hacemos caso a los cronistas de la época, tratando de evitar la carga de subjetividad que toda opinión apasionada conlleva, quizás lo más justo sería establecer que ellos fueron, los cuatro, grandes mitos de una época que se cerró con el comienzo de la guerra.
NOTA: comenzamos los cuatro capítulos de «Leyendas del pasado» con Tazio Nuvolari. El próximo capítulo estará dedicado a Achille Varzi.
miércoles, 17 abril 2013 a las 7:42
NOTA DEL AUTOR : SI PINCHAIS LAS FOTOS QUE ILUSTRAN CADA CAPITULO PODREIS DISFRUTARLAS EN GRAN FORMATO CON PIE DE FOTO EN CADA UNA DE ELLAS
miércoles, 17 abril 2013 a las 21:16
La verdad es que, leyendo las historias épicas de aquellos pilotos de «Leyenda», las carreras de hoy a veces parecen un juego de niños al lado de aquel juego de hombres y caballeros. Las molestias físicas, las inclemencias climatológicas o los problemas mecánicos formaban parte de las carreras y eran un simple trámite más en la lucha hacia la victoria, aunque hubiera que arriesgar la vida para conseguirlo.
Eso sí, viendo el tamaño del trofeo ganado por Nuvolari en la Vanderbilt Cup Race de 1938, se puede decir que aquello sí que era un recuerdo del «copón».
No sé si después pudo presumir de «tener la más grande» 😉