Al acabar Niki Lauda como nuevo Campeón de Fórmula 1 de 1975, las esperanzas de los “ferraristas” se ven muy reforzadas cuando comprueban que el piloto austriaco empieza el año 1976 encadenando una serie de victorias que parecen no tener fin.
Sus triunfos en los Grandes Premios de Brasil (Interlagos), Sudáfrica (Kyalami), Bélgica (Zolder), Mónaco y Gran Bretaña (Brands Hatch) convierten Maranello en una fiesta y los aficionados están convencidos de que, este año, se volverá a repetir el éxito de la temporada anterior.
También la vida de Niki Lauda experimenta grandes cambios. Su nuevo «status» de Campeón le lleva a permitirse uno de sus sueños más caros y adquiere un flamante avión privado. Casi al mismo tiempo ha conocido a Marlene, una nueva novia que se convertirá en la mujer de su vida.
Ya casados, formará parte del propio equipo, desempeñando labores de cronometraje y asistencia, pero su contribución más importante está por llegar. El campeonato parece un paseo triunfal y James Hunt aún está lejos, pero el nuevo título aún no está ganado.
La próxima prueba se disputará en Nürburgring y, en el trazado alemán, se consumará el drama. El coche de Lauda, envuelto en llamas, el socorro… son dramáticas imágenes que quedarán en la retina de todos los aficionados.
Un accidente que no tendría mayores consecuencias con los coches de hoy, en aquella época, con bólidos que eran auténticas bombas rodantes, pudo tener un resultado fatal y convertirse en una gran tragedia, que evitó la intervención valiente y arriesgada de Arturo Merzario, el mismo piloto italiano a quien, dos años antes, el propio Lauda había arrebatado su puesto en Ferrari.
Merzario rodaba varios segundos detrás de Lauda cuando, al abordar una curva a izquierdas, tras superar un puente, observó humo y llamas. De forma instintiva, sin pensar en su propio resultado, detuvo su coche (Williams-Ford FW05) y corrió en auxilio del piloto de Ferrari. El “cockpit” (habitáculo) se había deformado a consecuencia del fuerte golpe y Lauda se debatía entre las llamas, incapaz de liberarse del fuego que había empezado a consumir las defensas de las prendas ignífugas, usuales ya en la época.
Con determinación, Merzario se acercó al coche en llamas e intentó por todos los medios liberar a su compañero, pero no fue hasta el tercer y desesperado intento cuando, abrasándose sus propias manos, Arturo consiguió que se abriera la fijación del cinturón de 6 puntos de anclaje que estuvo a punto de quedarse para siempre con Niki, al que extrajo de aquel infierno con la ayuda de otros pilotos que también se habían detenido en su auxilio.
Lauda, con graves quemaduras que dejarían su rostro desfigurado para siempre, sobrevivía al accidente, pero sus heridas le llevaban a anunciar que daba por terminada la temporada, antes de disputarse el Gran Premio de Holanda (Zandvoort).
De esta manera, el Campeonato de Fórmula 1 de 1976 podríamos considerarlo el año trágico de Niki Lauda y el cénit de James Hunt, aunque la historia de esfuerzo, tensión, lucha, determinación y superación que protagonizarían ambos pilotos tras aquella carrera de Nürburgring pasaría a ser motivo de elogio para el resto de los días.